Por supuesto, también existe una estratificación social considerable entre los Buke, estando en lo más alto los daimios provinciales y los gobernadores de ciudades, seguidos de magistrados, consejeros, oficiales militares y otros oficiales, y acabando en las inmensas fi las de simples guerreros, cortesanos y sacerdotes que sirven al Imperio: los llamados “ji-samurái”.
En general, a un samurái no se le permite cuestionar ni oponerse a alguien de un rango social superior sin una razón verdaderamente poderosa. Por el contrario, un samurái puede abusar de su poder hacia aquellos de un rango social inferior con facilidad, y la norma consiste en soportar este abuso de forma honorable. Se supone que los samuráis deben tratarse siempre con extrema cortesía y educación, incluso si en realidad son encarnizados enemigos, porque romper las reglas de etiqueta en público es violar la Cortesía y posiblemente incluso “perder prestigio”, un error social imperdonable.