Bonge (Heimin)
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Bonge (Heimin)

Casta

Por debajo de los samurái se encuentran los Bonge – el pueblo llano, conocidos también como heimin o “semi-personas”. Los Bonge componen la enorme mayoría de la población de Rokugán, y son los que mantienen la nación y su economía en funcionamiento. Normalmente no se les permite llevar armas, aunque se han hecho ciertas excepciones para deberes específicos como el de los ashigaru (levas campesinas militares) o los budoka (siervos personales de samuráis armados).

Los samuráis pueden exigir lo que deseen de un heimin sin ofrecer ninguna recompensa, y pueden matar a cualquier heimin que les desobedezca o no les muestre el respeto adecuado. Sin embargo, el Orden Celestial dicta también que existen una serie de responsabilidades entre las distintas castas de la sociedad, algo que se recalca en tratados como los Artículos del Cielo. Así, mientras el deber de un heimin es el de producir y obedecer, el de un samurái es el de proteger y administrar. Sea como fuere, la vida de los Bonge es difícil, llena de trabajo duro y sufrimiento. Sólo unos pocos plebeyos son lo bastante afortunados como para servir a un samurái que se preocupe realmente por ellos; en general, sus señores les tratan con indiferencia, cuando no directamente con crueldad. Naturalmente, los heimin siempre se muestran respetuosos y obedientes hacia los samuráis, ya que la alternativa es hacerse objeto de sus iras, pero rara vez sienten algo por sus amos aparte de temor y un cauteloso respeto. Sin embargo, los pocos samuráis que hacen todo lo posible para cumplir con sus deberes para con la casta heimin se ganarán rápidamente su atención, y a menudo estos samuráis excepcionalmente compasivos se ven recompensados con una mayor lealtad y esfuerzo.

Incluso entre las filas de los Bonge existen estratos sociales. Los heimin de mayor rango son los campesinos, ya que cosechan la comida que todo el Imperio necesita para sobrevivir. Ligeramente por debajo de los campesinos se encuentran los artistas y artesanos: carpinteros, herreros, albañiles, fabricantes de bebida, costureros y demás. Aunque no cosechan comida, estas personas también crean objetos útiles y valiosos, y los artesanos heimin de auténtica destreza pueden llegar a ganarse el respeto de los samuráis que admiren su trabajo; de hecho, algunos samuráis son ellos mismos artesanos, aunque se dedican a artes más elevados como la pintura y la forja de espadas en lugar de a cosas sencillas como la fabricación de muebles o zapatos. En la base de la pirámide de las fi las Bonge se encuentran los comerciantes. Los samuráis sienten desprecio hacia los comerciantes, ya que no hacen realmente nada por sí mismos, sino que simplemente compran y venden cosas hechas por otros. Sin embargo, el comercio es importante para la salud económica del Imperio, y muchos clanes dependen de la actividad comercial para llenar sus arcas, una contradicción que preocupa a más de un samurái. Para resolver en cierta medida este problema, algunos samuráis se colocan a sí mismos como “patrones de comerciantes” y se dedican a vigilar y supervisar las actividades de los comerciantes plebeyos, permitiéndoles de esta forma dedicarse al comercio sin mancharse las manos con actividades tan desagradables.

Los monjes ocupan un lugar peculiar en el orden social. No son samuráis, y según una interpretación estricta del sistema social rokuganés, no se les puede considerar otra cosa que heimin. Sin embargo, su papel como defensores de las tradiciones religiosas del Imperio les otorga un respeto del que el resto de plebeyos no disfrutan. La mayoría de samuráis tratan a los monjes con cierta deferencia, y en ocasiones se invita a miembros importantes de la Hermandad de Shinsei a las cortes para que ofrezcan su guía y consejo al daimio.

Si la posición de los monjes resulta peculiar, la de los roninsamuráis sin señor, ni clan, ni familia propia, es aún más difícil. Un ronin sigue siendo técnicamente parte de la casta samurái, pero sin un señor o un clan que le proteja, debe valerse por sí solo en el mundo, arrastrado por las olas del destino; de ahí el nombre de ronin, u “hombre-ola”. Como los ronin no pueden depender de un estipendio ni de su familia, la mayoría se ven obligados a trabajar como mercenarios o guardaespaldas, ganándose su comida y su alojamiento con la fuerza de su espada. Algunos ronin incluso se ven obligados a dedicarse a trabajos manuales para ganarse el sustento, pero al ser samuráis lo consideran dolorosamente vergonzoso, y muchos de ellos recurren al crimen y al bandidaje antes que vivir como los plebeyos.


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