Descubierta por un grupo de samuráis Agasha en el siglo IV, la mina Cola de Serpiente es única en el Imperio por poseer vetas de hierro y oro en el mismo lugar. De hecho, en las profundidades de la mina estas dos vetas de metal se enroscan una alrededor de la otra de forma singular, lo que dio nombre al lugar. Los trabajadores incluso han bautizado a las dos espirales como Miko y Mako, por considerarlas dos serpientes asediadas. Estos trabajadores viven en un pequeño pueblo cercano; su comida y suministros se traen de otras partes de la provincia a un gran coste. El valor de la mina lo compensa con creces, y el Clan del Dragón siempre ha tenido cuidado de extraer sólo cantidades modestas de cada material cada año.
Cuando los Tamori toman posesión de la mina a mediados del siglo XII, se proponen conocer el origen de las dos vetas de metal y exploran más a fondo que nadie. Descubren una tercera veta, ésta no de metal, sino del jade más puro. Los Tamori teorizan que esta región fue el escenario de una batalla entre un poderoso kami de fuego, que produjo oro, y un kami de tierra, que produjo hierro, hasta que su colisión creó el jade. Aunque los Tamori han sido incapaces de recrear el proceso, la mina sigue siendo una bendición para ellos. Construyen un gran santuario para apaciguar a estos kami mientras continúa la explotación minera y, dado que la mina no ha sufrido accidentes desde que se construyó el santuario, los Tamori creen que sus interpretaciones son correctas.
Cuando los Tamori toman posesión de la mina a mediados del siglo XII, se proponen conocer el origen de las dos vetas de metal y exploran más a fondo que nadie. Descubren una tercera veta, ésta no de metal, sino del jade más puro. Los Tamori teorizan que esta región fue el escenario de una batalla entre un poderoso kami de fuego, que produjo oro, y un kami de tierra, que produjo hierro, hasta que su colisión creó el jade. Aunque los Tamori han sido incapaces de recrear el proceso, la mina sigue siendo una bendición para ellos. Construyen un gran santuario para apaciguar a estos kami mientras continúa la explotación minera y, dado que la mina no ha sufrido accidentes desde que se construyó el santuario, los Tamori creen que sus interpretaciones son correctas.