Para muchos en el Imperio, la ciudad de Gisei Toshi no es más que una leyenda, la legendaria primera ciudad del Imperio donde Shiba se arrodilló y sacrificó su orgullo para que Isawa se convirtiera en el Trueno del Clan Fénix. Era uno de los lugares más sagrados de los Isawa, hogar del templo más antiguo conocido de las Siete Fortunas. Se creía que la ciudad había sido destruida tras un incidente relacionado con el Último Deseo, un poderoso y poco comprendido artefacto mágico. Sin embargo, los Isawa aprovecharon esta oportunidad para ocultar Gisei Toshi a los forasteros, haciendo pública la historia de su destrucción mientras reconstruían la ciudad dañada en secreto. Además, tejieron complejos encantamientos a su alrededor para que fuera imposible de encontrar para cualquiera que no quisiera visitarla. Así, la ciudad desapareció de la memoria del Imperio... mientras que para los Isawa se convirtió en un santuario donde podían continuar sus investigaciones mágicas más peligrosas. Los objetos mágicos despertados más potentes (con la notable excepción del propio Último Deseo) se ocultaban allí, tanto para poder estudiarlos a fondo como para proteger de ellos al resto del Imperio.
El conocimiento de Gisei Toshi está restringido a los cinco Maestros Elementales Isawa, a un puñado de subordinados elegidos y a quienes viven en la propia ciudad. A muy pocos de sus habitantes (y a ninguno de los campesinos o samuráis Shiba que viven en ella) se les permite vivir, lo que garantiza que su ubicación y existencia permanezcan en secreto. Dado que la ciudad es autosuficiente y absolutamente segura, la mayoría de los residentes no resienten demasiado su aislamiento. Después de todo, ¿en qué otro lugar tendrían la oportunidad de estudiar los mayores secretos mágicos del Imperio y de rezar en un templo de más de mil años de antigüedad?
El conocimiento de Gisei Toshi está restringido a los cinco Maestros Elementales Isawa, a un puñado de subordinados elegidos y a quienes viven en la propia ciudad. A muy pocos de sus habitantes (y a ninguno de los campesinos o samuráis Shiba que viven en ella) se les permite vivir, lo que garantiza que su ubicación y existencia permanezcan en secreto. Dado que la ciudad es autosuficiente y absolutamente segura, la mayoría de los residentes no resienten demasiado su aislamiento. Después de todo, ¿en qué otro lugar tendrían la oportunidad de estudiar los mayores secretos mágicos del Imperio y de rezar en un templo de más de mil años de antigüedad?