Los Isawa apodan "Homare" (Gloria) a la muralla que atraviesa la puerta principal del Ekohikei, y con razón: su fuerza y fortaleza se deben a la gloria de aquellos que la han defendido. Brillantes kanji dorados están grabados en la superficie de la muralla, nombrando a cada alma que ha caído defendiéndola, y sus espíritus residen dentro de las piedras sagradas, listos para volver a tomar las armas en defensa de la ciudad antes de pasar a reunirse con la Rueda Celestial. La naturaleza mágica de la muralla permite a los kami de la Tierra reparar cualquier daño causado por la magia o el acero. Sin embargo, hay una excepción: las balas de cañón gaijin de la Batalla del Ciervo Blanco dejaron cicatrices que permanecen visibles a lo largo de todos los siglos posteriores.
Las murallas exteriores de Otosan Uchi nunca se completaron del todo y están mal mantenidas, con muchas secciones derruidas o agujereadas por brechas. Las murallas de la Ciudad Interior son harina de otro costal. Durante la Primera Guerra, Hantei asignó a cuatro de los Grandes Clanes -Fénix, Grulla, Cangrejo y Ki-Rin- la tarea de construir murallas para defender la ciudad de las fuerzas de Fu Leng. El círculo completo de murallas se completó en menos de seis años, y los esfuerzos de los shugenja de esos clanes los imbuyeron de poderosos espíritus guardianes y poderes mágicos. Más tarde, una vez que el Imperio estuvo en paz, los Kakita rehicieron los exteriores de las murallas para que su belleza estuviera a la altura de su fortaleza.