Durante la mayor parte de la historia del Imperio, los Tejón ignoraron la existencia de este pequeño templo de piedra enclavado en un valle menor. Al no reconocerlo, lo mantienen a salvo de cualquier forastero que pudiera perturbar el lugar de descanso del Décimo Kami. Desgraciadamente, esta política significa que todo el conocimiento de este santuario se pierde en el ataque de Hideo no Oni en el siglo XII. Pasaron casi cincuenta años antes de que se redescubriera la verdadera naturaleza del santuario.
