Las marchitas, plantas despiertas dotadas de inteligencia y capaces de moverse, plagan las tierras contaminadas por la oscuridad. Tras beber dicha oscuridad del suelo, llevan a cabo la voluntad de un mal ancestral, tratando de extender su influencia allá donde pueden.

Las leyendas hablan de un vampiro llamado Gulthias que levantó una torre abominable, a la que llamó Colmillo de la Noche, usando para ello las magias más horribles. Gulthias fue derrotado cuando un héroe hundió una estaca de madera en su pecho, atravesando su corazón. Sin embargo, su sangre impregnó la estaca con un poder terrible. Pasado un tiempo, de ella brotaron nuevos zarcillos, de los que creció un retoño lleno de la esencia malvada del vampiro. Se dice que un druida loco descubrió el joven árbol y lo trasplantó a una gruta subterránea, donde podría crecer. Del árbol de Gulthias surgió la primera cosecha de marchitas y se dice que sus semillas siguen extendiéndose por los bosques más tenebrosos.

Cada vez que un árbol o planta es corrompido por una mente o poder malvado, puede transformarse en un árbol de Gulthias para infestar y corromper el bosque que le rodea. Su mal se propaga a través de sus rafees hacia el suelo, extendiéndose por otras plantas, que perecen o se transforman en marchitas. A medida que las marchitas crecen, estas envenenan y arrancan las plantas sanas, reemplazándolas con zarzas, maleza venenosa y vegetación por el estilo. Si se les da tiempo, las marchitas pueden convertir cualquier terreno o bosque en un lugar corrupto.

En los bosques infestados con marchitas, los árboles y las plantas crecen a una velocidad sobrenatural. Las enredaderas y la maleza se extienden rápidamente por los edificios y esconden los caminos y las carreteras bajo su manto. Tras expulsar o asesinar a sus habitantes, las marchitas son capaces de hacer desaparecer pueblos enteros en pocos días.

Las marchitas son criaturas independientes, pero la mayoría actúan bajo las órdenes de un árbol de Gulthias y muestran a menudo hábitos y rasgos de la fuerza vital o el espíritu que las engendró. Continúan el legado de un mal largamente olvidado, atacando a viejos enemigos de su progenitor o buscando tesoros que les resulten valiosos.