Al caer la noche, los viajeros más desafortunados escuchan los distantes lamentos de espíritus abandonados a su suerte. Este desgraciado espíritu es una banshee, almas en pena rencorosas creadas a partir de los espíritus de mujeres elfas.
Las banshees se manifiestan como tenues entes luminosos que recuerdan vagamente el aspecto que poseían en vida. El rostro de una banshee está coronado por una maraña de pelo, y su cuerpo viste harapos ajados que ondean y serpentean a su alrededor.
Las banshees son elfas muertas vivientes dotadas de gran belleza, que fracasaron a la hora de emplear su don para traer la alegría a este mundo. En su lugar, utilizaron su belleza para corromper y controlar a los demás. Las elfas aquejadas por la maldición de la banshee no experimentan ninguna felicidad, sintiendo solamente angustia en presencia de los vivos. A medida que la maldición sigue su curso, sus mentes y cuerpos se corrompen, hasta que la muerte completa su transformación en monstruosas muertas vivientes.
Una banshee estará siempre vinculada al lugar donde falleció, incapaz de aventurarse muy lejos de allí. Se ve obligada a revivir cada momento de su vida a la perfección, pero a pesar de eso siempre se niega a admitir que es la responsable de su destino.
La vanidad que inspiró su origen maldito persiste en su muerte en vida. Estas criaturas codician objetos preciosos: joyería fina, cuadros, estatuas y otras obras de arte. Al mismo tiempo, las banshees odian cualquier superficie reflectante, ya que no pueden soportar ver el horror que es su propia existencia. Una simple mirada a su reflejo puede hacer que una banshee se enfade.