Las gárgolas inanimadas que se encuentran en lo alto de grandes edificios están inspiradas en estas malévolas criaturas de tierra elemental con la apariencia de grotescas estatuas infernales. Las gárgolas acechan en ruinas y cornisas, inmóviles como estatuas, y disfrutan del terror que causan al romper su inmovilidad y del dolor que infligen.

Estas criaturas animadas de piedra se aferran a acantilados y montañas rocosas o anidan en cornisas de cuevas subterráneas. Atormentan los cielos de las ciudades, posándose como buitres entre los altos arcos y contrafuertes de castillos y catedrales, donde permanecen en completa quietud, aparentando estar inanimadas. Son capaces de mantener esa pose durante años, lo que las convierte en centinelas ideales.

Las gárgolas tienen fama de ser crueles. Estatuas talladas con su forma se encuentran en incontables culturas, utilizadas para asustar a los intrusos. Aunque estas figuras son meramente decorativas, las gárgolas reales se esconden entre ellas para emboscar a sus víctimas, que no sospechan de su presencia. A veces, las gárgolas alivian su aburrimiento cazando y torturando aves o roedores, pero anhelan atormentar a criaturas conscientes.

Sirven como leales sirvientes a sus amos, especialmente si son inteligentes. Les gusta realizar tareas simples como vigilar propiedades, torturar y asesinar intrusos, y cualquier otra actividad que requiera poco esfuerzo pero cause gran dolor. A menudo, se convierten en los guardianes de los muros y puertas de poderosos lanzadores de conjuros y también sirven a demonios debido a su afinidad por sembrar el caos y la destrucción. Poseen la paciencia y resistencia de una roca, y servirán al amo más cruel durante años sin quejarse.