Los otyughs son grotescas criaturas bulbosas que se desplazan sobre tres patas robustas y cuya nariz y ojos se encuentran ubicados en un apéndice largo y retorcido que se retuerce desde la parte superior de su cuerpo abotargado. Poseen otros dos tentáculos gomosos que terminan en unos apéndices puntiagudos en forma de hoja que utilizan para llevarse la comida hasta sus enormes fauces.

Los otyughs se entierran bajo montones de despojos y carroña, exponiendo tan solo su apéndice sensorial. Cuando una criatura comestible pasa por allí, los tentáculos del otyugh emergen de entre los desperdicios y la apresan.

Estas aberraciones aprovechan al máximo cualquier oportunidad para emboscar y devorar una presa. Utilizan una forma limitada de telepatía para atraer a criaturas inteligentes hasta sus guaridas, donde fingen a veces ser una criatura distinta.

Los otyughs solo toleran la luz intensa cuando tienen a su alcance la cantidad suficiente de carroña y desperdicios. En un entorno natural, habitan en pantanos de agua estancada, fosos llenos de basura y húmedas hondonadas boscosas.

El olor de los cementerios, las alcantarillas de las ciudades, los muladares de los pueblos y los establos colmados de abono las atraen a zonas civilizadas.

Dado que lo único que preocupa a los otyughs es la comida, en ocasiones se puede encontrar en sus guaridas gran variedad de tesoros pertenecientes a sus víctimas entre la basura.

Algunos seres subterráneos inteligentes coexisten con estas criaturas y las usan para deshacerse de sus desperdicios. Con todo este alimento a su disposición, el otyugh se limita a holgazanear y engordar, carente de cualquier otro deseo o motivación. Esta glotonería sedentaria los convierte en guardianes fidedignos. Mientras el otyugh esté alimentado, no atacará a ninguna otra criatura. Sin embargo, no es difícil que un aspirante a domador de otyughs subestime la cantidad de deshechos, carroña y carne necesaria para alimentarlos. Más de un otyugh "domesticado" ha acabado devorando a su custodio tras comerse todos los desperdicios de su guarida