Entre las bulliciosas multitudes de las calles de Sigil flotan figuras de piel gris y aspecto vagamente humano con cuernos enroscados. Por donde pasan, las grietas de la mampostería se cierran, los ladrillos perdidos vuelven a su sitio y las manzanas en ruinas se restauran. Estos son los dabus, los silenciosos guardianes de Sigil y leales sirvientes de la Dama del Dolor.

Los dabus patrullan la Ciudad de las Puertas para mantener los edificios oficiales, los portales y los servicios públicos. Utilizan su habilidad innata para manipular la infraestructura de Sigil no sólo para efectuar reparaciones, sino también para combatir a los individuos que perturban el funcionamiento de la ciudad o violan los edictos de la Dama, arrojan telequinéticamente ladrillos a los alborotadores y los someten haciendo que de las calles broten manos de adoquines apresadoras.

Cuando los dabus se comunican, en lugar de hablar o utilizar señas, crean imágenes y símbolos esotéricos ilusorios ante sí mismos. Los eruditos aún no han determinado el origen de los difícilmente comprensibles acertijos de los dabus, aunque algunos especulan que su etimología es anterior a la de Sigil.