Un ranamot es un depredador anfibio del tamaño de un elefante. Habita en pantanos y tiene cuatro tentáculos, una piel gruesa y gomosa, unas fauces llenas de colmillos con una lengua prensil y un apéndice extensible con tres ojos bulbosos que miran en diferentes direcciones. Los ranamots no son criaturas de este mundo. Un diario escrito supuestamente por un mago loco hace mucho tiempo describe las extrañas cámaras cilíndricas de metal enterradas en el suelo de las que emergieron los ranamots, pero no existen testimonios fiables sobre la existencia de tales lugares.
Cada pocos años, un ranamot puede poner un huevo fértil sin aparearse, pero no se preocupa por él y podría incluso devorar a la cría. Por tanto, la supervivencia de un ranamot recién nacido depende de que su progenitor, indiferente a él, lo abandone. Desde que es una cría, el ranamot devora indiscriminadamente a otras criaturas de su dominio pantanoso y no para de crecer hasta alcanzar su tamaño final después de varios meses. Aprende a ocultar su cuerpo gigantesco en estanques de aguas turbias y solo asoma sus apéndices oculares, que usa para detectar a las criaturas cercanas. Cuando una presa se acerca, el ranamot sale de su estanque agitando los tentáculos y la lengua. Puede agarrar a varios objetivos a la vez; apresa a uno de ellos con la lengua para devorarlo y, con los demás tentáculos, mantiene a raya al resto.