Tras salir de Lanzarrota con Hilgath, decidimos ir al Aserradero de Jord y luego hacia Minas de Duren y de ahí hacia el Poblado de los Orcos Albinos.
Hacia el aserradero vemos saliendo del río comenzando a hablar en su extraño lenguaje.Les hacemos señas para decir que conocemos a Tiki cosa que les pone contentos y les mostramos el camino hacia Lanzarota para que se encuentren con él.
Llegamos al aserradero y Valkar ve huellas allí, parecen ser del anciano. No hay resto de la carreta ni de nadie, parece que se han llevado al leñado Jord y sus aliados kobol por el puente mas allá del río pero no tenemos tiempo para investigarlo.
Decidimos seguir hacia la mina y como ya empezamos a estar cansados, el elfo nos dice que conoce un buen sitio para acampar. Acercándonos allí, vemos una hoguera y mandamos a Simon a investigar que vuelve diciendo que es una caravana de Zingoss. ¡Lo sabía, zingos! ¡Como acaben uniéndose a nuestra compañía, yo me meto a monje!
Tras hablarlo entre nosotros, vamos a acercarnos y a ser sociables. Ellos están haciendo música y hay entre ellos una abuela con una lanza enorme apoyada en un árbol contemplando la hoguera. Alguien que parece su líder: Manueh, habla con Valkar: por lo visto vienen del este y esta todo más o menos tranquilo, pero nos advierte la bruja de sangre.
Yo me acerco al fuego a hablar con La Abuela Zinga y ella juega conmigo a figuras en el fuego, le pregunto y ella me habla en acertijos de que tengo ascuas en el cuerpo y que a veces lo que busco no es lo que encuentro y que encuentro lo que no busco. Muy motivador todo. De repente, se levanta y arroja la manta al suelo para decir a continuación: "Ya está hecho" y comienzan a desaparecer como si esto fuera un sueño pero lo último que escucho de ella es "Mira siempre al norte".
Yo me quedo pensando si no se tratara de Santo, la caminante.
Tras el procedimiento acostumbrado cuando te encuentras con zingos de comprobar que no te han robado nada, comentamos lo ocurrido porque ha sido sorprenderte ver que solo ha quedado la hoguera pero si notamos en la boca el sabor especiado del vino que nos dieron los zingos y el sonido de su música. Estas cosas mágicas dan siempre mal cuerpo pero en esta ocasión, el sueño que tuvimos en ese campamento tras desvanecerse los zingos fue muy reparador.
Al dia siguiente seguimos nuestro camino y nos encontramos en mitad de las montañas a una casa donde una pareja de abuelos armados con pistolas y mosquetes están dispuestos a todo para defender su casa. Dicen que han matado varios orcos y que tienen sus cuerpos para abono. Nos dan penilla y les decimos que vuelvan a Lanzarota para que estén a salvo pero se niegan a abandonar su casa y temen no sobrevivir al camino así que les decimos que a la vuelta vemos como están y si eso, les ayudamos a ir hasta Lanzarota.
Llegamos a donde suelen estar los babuinos, ese talud enorme y tramamos un ladino plan: dejamos comida envenenada con el veneno adormecedor de Valkar y Terito lanza baratijas atadas con una cuerda como si fuera a pescar, pero falla y los babuinos le responden a pedradas, así que hacemos que huimos dejando las baratijas y la comida.
Parece que si se comen y esperamos mientras ellos se dedican a sus quehaceres de babuinos. Tras discutir amablemente entre nosotros sobre quien sube, El Ermitaño escala y al poco tiempo lanza cadáveres de babuino ¡12! Se ha debido montar una gorda entre los babuinos y en cuanto el veneno ha hecho efecto, solo ha tenido que rebanar.
Nos dedicamos al noble arte de despellejar y despiezamos para obtener no solo las preciadas cuerdas vocales de estos gritones si no también comida en caso de emergencia e ingredientes para pociones, ungüentos, etc. Dicen que del babuino se aprovecha todo y yo les cuento como se hace la famosa cecina de babuino.
El Ermitaño también trae bolsas con tesorillos que habían rapiñado los babuinos, : monedas, 1 zafiro de buena manufactura tallada por manos enanas y además Terito recupera su espejo.
Aprovechamos para descansar otro poco y vamos a entrar en la mina. El corazón de Dhur me sigue llamando.