Qué puedo decir de la batalla.
Pues no hay mucho que contar porque me perdí la mayor parte de ella por mi mala suerte al caer al suelo nada más lanzarnos a por nuestros enemigos.
Los dioses (a los que ni sigo ni seguiré) se han debido mear en mi cara porque al correr hacia la batalla resbalé con algo y caí al suelo inconsciente. Suerte tuve de no ser dañado más allá de un fuerte dolor de cabeza. Al despertar todavía tenia la cuerda y a “Pico de Oro” Hilgath mirándome sorprendido como si hubiera vuelto de los muertos.
Por lo que me contaron mis compañeros ellos fueron quitándose de encima a unos y otros guerreros orcos hasta llegar a donde estaba un poderoso chaman de sangre y que acabaron con él como era de esperar pero este dio bastante guerra ya que llego a herir a Valkaar con una extraña daga . Si sería extraña que al caer la daga al suelo marchitó la hierba donde cayo tras matar Valkaar el al chaman que la portaba. Pero Terito puedo arrastrar a Valkaar de debajo del orco y curarle para que volviera al combate. Eso sí de mi los cabrones no se acordaron de despertarme ni nada, amigos de mis cojones.
En el norte había una torre donde se estaba librando la parte más cruenta de la batalla, con montañas de cadáveres y una bandada de cuervos. Habia que pasar un puente tomado por media docena de orcos oscuros pero los orcos albinos consiguieron escalar y tomaron esa posición.
En las llanuras se estaba librando el combate definitivo donde mis compañeros consiguieron dar caza al orco oscuro al que Valkaar envenenó, Marzug El Negro y también pudieron matar a su corpulento guardaespaldas orco.
¡Victoria!¡Victoria! Pero y aún así, no nos quedamos ahí para celebrarlo porque decidimos volver a Lanzarota para avisar de la victoria (y una cobrar merecida recompensa, pardiez). Además, uno de los lugartenientes orcos tenía una nota guardada en piel en la que hablaban de unas ordenes del jefe orco a los forajidos de los explosivos de que les dará tierras si le entregan a Brunilda, la líder de los bárbaros pintados.
Nosotros por nuestra parte tenemos en los orcos albinos unos buenos aliados. Hay un dicho que dice que hay que tener amigos hasta en los demonios, y bien cierto es aunque sean demonios blancos.
Le entregamos a Hilgath a su blanca lider Morgukla para que hiciera con él lo que quisiera pero Samuel no tuvo tanta suerte y acabo bien espachurrado por el guardaespaldas orco. Pobre Samuel, yo le conocía bien y era un valiente porta antorchas y no como el pedazo de mierda del kobold ese, Simon, que huyó escagarrinado con los cuervos esos.
Volvemos a Lanzarrota y allí nos separamos temporalmente para que cada cual festejara y dedicara tiempo a sus asuntos como quisiera pero nos emplazamos a reunirnos en un mes en la taberna de Lanzarota.