El tiempo pasó y nos reunimos de nuevo en la tarberna los cuatro para relatarnos lo ocurrido en ese mes.
Así, Dreniss no había salido de Lanzarrota y se dedicó a la buena vida y a gastarse los dineros en festejos y en hacer amigos que pronto le abandonaron en cuanto se le acabo el oro.
Terito volvió de sus andanzas al Este contandonos que se había dedicado en su mayor parte a fornicar con Godeleva de los pantanos y dejó a la hembra tan satisfecha que esta se quedó con su herramienta como trofeo. Y cuando hablo de herramienta no me refiero a su pala si no a su hombría.
Valkar había dirigido sus pasos hacia el Norte. No sabe como, pero marcho muy al norte y una mañana se despertó resacoso y vió que estaba perseguido por toda esa ciudad de la que no recuerda el nombre y que había carteles de recompensa con su cara y nombre ¡1.000 monedos de oro! ¡Demasiadas para un enano! No sabe bien que hizo puesto que la borrachera le nubló los recuerdos pero al menos consiguió escapar como pudo de la ciudad para contarlo.
Mientras estos alicuecanos se dedicaban al fornicio y al vino, yo me dedique a estudiar y sufrir las enseñanzas de Mirthelus sobre los misterios de la Alquimia. Ya he pasado el primer grado de lo que se considera un Alquimista al estar versado en la naturaleza, las hierbas y muestras de animales. Pero aun falta mucho para ser un alquimista completo y conocer el secreto de la pólvora, las explosiones y todo lo que agrada al fuego. Aaah, ya verán los de mi pueblo cuando me vean volver con tales conocimientos y secretos. Voy a hacer volar en mil pedazos a unos cuantos sólo para reírme. Por de pronto ya se hacer unas piedras que explotan al entrar en contacto con fuego y nos van a ser útiles.
Pero es el final del verano y antes de que el invierno llegue, la llamada de la aventura ha llenado nuestras cabezas y el cuarteto de la muerte se prepara para partir de nuevo en busca de tesoro y gloria.