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El único punto de acceso autorizado a
Cybersalles es un hangar abierto en uno de
los colosales pilares que la elevan sobre la
ciudad en ruinas. En este espacio interme-
dio, entre la nieve y la oscuridad del exterior
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y la luz y el calor de la arcología aguardan miles de solicitantes con la esperanza de ser
admitidas en su interior. Larguísimas colas se forman ante los puntos donde agentes
reales examinan el ADN de los candidatos para determinar su valía para el Estado. La falta
de personal y la burocracia provocan meses, o años, de espera, por lo que una ciudad
improvisada de tiendas y chabolas ha surgido ante las puertas acorazadas. Esta tierra de
nadie es un gran bazar donde los habitantes del interior y el exterior pueden mezclarse,
bajo vigilancia armada, y comerciar con los productos de sus respectivos mundos. La
seguridad aduanera es estricta pero incapaz de detener el tráfico de mercancías e infor-
mación ilícitas y los tratos más que turbios que se cierran en sus tiendas y tabernas.