Los timones de conjurador dan a cualquier navío la capacidad de moverse, pero necesitan otros elementos para que pueda maniobrar tanto por el aire como en el agua, tales como remos, ruedas hidráulicas, velas, aletas o alas.
Cuando un conjurador se sienta en el timón, se siente como si se hubiera metido en un baño caliente. En este punto, sus sentidos se expanden, de tal manera que es completamente consciente de sus sentidos naturales, pero también puede sentir el navío mismo como si fuese parte de su propio cuerpo. Al sentarse en el timón, el conjurador es plenamente consciente de todo lo que ocurre en cualquier parte del navío.
Para mover el navío, el navegante solo tiene que visualizar mentalmente la distancia y la dirección, y entonces el navío podrá moverse. Suele decirse que se siente como intentar mover un brazo o una pierna que se han dormido.