Mis compañeros se recuperan de sus heridas ya que salieron más lastimados que yo al no estar tan versados en el combate, así como el hecho de verse involucrados en situaciones tan adversas y desfavorables, militarmente hablando.
Mientras, me dirigí a los calabozos de Fuerte espina. Con paso lento y pesado, caminando como si cada una de mis antiguas lesiones simulase una pesada cadena de metal atada mis hombros, tirando fuertemente de mi espalda hacia atrás. Menos mal que me resta el ingenio. ''Si no, tiempo ha que fuere muerto, enterrado y olvidado bajo el firmamento´´ (Dice para sí en tono trágico y poético).
Antes de entrar a los mismos, recordaba como uno de mis superiores me dijo que debía de darse un castigo ejemplar a estos ruines, para que corriera la voz y que ningún otro inepto osara alzarse ante los Manto Negro nuevamente (música para mis oídos, pues le tengo ganas a ese cabrón). Los Manto Negro tienen una reputación que mantener, ya que la luz no puede existir sin la oscuridad. Unos pocos han de sacrificarse y actuar desde las sombras, para que nunca se apague la llama, para hacerla brillar con más intensidad. Fe y determinación. Purgar y preservar. Muchos inocentes dependen de nuestra labor. Somos las raíces del árbol en el que se sustenta la Iglesia. Trabajamos en la oscuridad para servir a la luz. No se nos recordará, nuestros actos que sustentan a la humanidad jamás serán recompensados. Nuestros nombres se perderán como sombras en la niebla. Sólo uno lo sabrá, salve Prios.
Primero me dirigí a donde tenían a aquellos dos ogros descerebrados. Estaban tirados en una celda lúgubre y estrecha que rezumaba humedad y goteaba de manera incesante. En un abrir y cerrar de ojos media docena de guardias los arrastrarón a unas dependencias, a uno de los sótanos, una pocilga que era donde les daban de comer a los cerdos del lugar.
-Os lo advertí, durante nuestro encuentro y varias veces.-Dije con voz severa mientras me gruñía uno de los ogros.El otro parecia estar sollozando, la verdad no lo se muy bien ya que estaba acurrucado en el suelo en posición fetal...
- He aquí vuestro destino, cada acto tiene sus consecuencias y nadie en este mundo se exime de ellas.-Dije con voz autoritaria.Esas fueron las últimas palabras que escucharon con vida antes de que los guardias les cortasen los tendones de manos y pies.
Esas fueron las últimas palabras que escucharon con vida antes de que los guardias les cortasen los tendones de manos y pies.
Dí la orden y liberaron a los cerdos... Los gritos de furia y dolor se entremezclaron con el rugido voraz de aquellas bestias hambrientas. Hoy los cerdos se darán un festín.
Habiéndome encargado del asunto menor, procedí a ir a una de las dependencias superiores que era donde retenían a aquel cabrón. De camino, a punto de llegar, me encontré con uno de mis superiores.
-Sigue así, estamos siguiendo tu nueva trayectoria con gran entusiasmo.-Dijo la figura encapuchada, mientras se entremezclaba entre las sombras.
Finalmente llegué a la puerta de la sala de ''interrogaciones´´ dentro me encontré con Dalma.
-Este desgraciado ya nos ha dicho todo lo que podía decir.-Dijo ella con una sonrrisa espeluznante.
-Entiendo.-Dije yo.
-El resto te lo dejo a ti. Me han dado el visto bueno para que hagas lo que te plazca con este despojo humano.- Dijo ella con un tono muy cruel y despiadado.
-Espero que nuestro próximo encuentro, si se diera el caso, sea en unas condiciones un poco mas hospitalarias y salubres.-Dije yo, mientras me remangaba la camisa.
-No te preocupes, si se diera el caso, la próxima vez te daré un obsequio.-Dijo ella mientras salía de la sala de manera sinuosa, mirándome de forma lasciva.
-Mujeres... nunca terminaré de entenderlas.-Pense yo.
La sala estaba muy oscura, mis ojos apenas podían discernir nada hasta que se fueron acomodando a la penumbra. Al fondo... Había una sombra con ropas rasgadas y raídas, aquel ''ser´´ que estaba maniatado sentado en aquella silla de metal gélido, parecía mas un espectro que un humano. A penas quedaba algún resquicio de la persona que antes fue.
Me quedé en silencio dilucidando todo el proceso de tortura al que había sido sometido este pobre diablo, sin lugar a dudas Dalma se había ensañado particularmente con él. Quizás está en esos ''días´´ del mes.
Le habían arrancado las uñas de los pies, tenía cortados tendones de pies y manos. Astillas de madera enterradas debajo de las uñas de los dedos que aún conservaba de su mano izquierda. La mano derecha tenía diversas falanges de los dedos amputadas y posteriormente quemadas, la palma de dicha mano la tenía partida en dos y mal cosida. Su rostro cadavérico y tétrico ya no presentaba relación con su cará, le habian desprovisto de sus orejas. Ya no tenía nariz y en la barbilla tenia clavada su propia lengua. Tenía un agujero profundo en la barriga. Había zonas de su cuerpo en las que ya no presentaba piel. Un charco de sangre oscura cubria su alrededor, restos de visceras y tripas enrrolladas. Lo que parece ser eran el resto de sus genitales, estaban esparcidos por el suelo. La silla de metal no era una silla cualquiera, ya que estaba colmada de agujas metálicas, la sangre fluía y goteaba lentamente.
Aquel ser agonizante, apenas podía si quiera respirar.
-No se si eres capaz de escucharme, pero me han pedido que me deshaga de la basura.-Dije yo, mientras me acercaba hacia él.-
Un leve balbuceo, un sonido ahogado profería de la silla...
-Entiendo que me quieres decir algo, pero ya paso el tiempo para ese tipo de cosas. Voy a tener piedad y a acabar con tu sufrimiento. Cada acto tiene sus consecuencias y aunque nada más me hubiera complacido que pegarte yo mismo una paliza de muerte. Parece ser que ya se me han adelantado.-Dije mientras sacaba un estilete.
- Entre tu y yo, esa mujer se ha extralimitado un poco contigo, ¿no es así? -Dije susurrando a la cavidad sangrante donde antes tenía el oído derecho.
-No temas en breve dejarás de sentir. Seas creyente o no te daré un entierro digno y rezaré por ti. Te doy mi palabra que si tienes familiares o seres queridos, disuadiré a los de mi organización, para que se les deje al margen de todo esto y no sufran ningún daño. Yo mismo me encargaré y aseguraré de ello. Si me has entendido todo o parte de lo que te he dicho mueve la cabeza a la izquierda y luego hacia abajo.-Dije con voz solemne y piadosa.
Le clavé el estilete en su corazón segundos después de que él, moviera la cabeza hacia la izquierda y luego hacia abajo, acabando así con su agonía.
Pobré diablo no creo que supiera la gravedad y/o las consecuencias de sus actos. Hay mucho incautos e ignorantes reposando en el cementerio, casi a lado ,de las tumbas de los valientes y mártires. Llegado el momento la guadaña siega a todos por igual.
Después de esta breve reflexión, recé por él. Al salir de la sala les di instrucciones a seguir para con el cadáver y su ''familia´´ en caso de que tuviera.
Voy a reunirme con los demás que todavía estoy a tiempo del almuerzo.
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