Los centauros son mitad hombres y mitad caballos: la parte superior de su cuerpo es humanoide, mientras que de cintura para abajo tienen un cuerpo equino con cuatro fuertes patas que les permiten correr a gran velocidad. Su hábitat natural son las praderas, que han aprendido a explotar tanto para la caza y recolección como para la artesanía: mientras que los gnomos son célebres por sus ingenios tecnológicos y los enanos por su herrería y pedrería, los centauros se han ganado una merecida fama trabajando la madera y la arcilla. Aunque son afables, protegen sus comunidades con las armas, como llevan haciendo tiempo con los saurios, que intentan hacerse con su territorio. Los centauros parecen tener las de ganar desde que se aliaron con los elfos Banjora y los fórmigos.

Un centauro suele rondar los 7 pies de altura y su esperanza de vida es de 175 años. Los centauros tienen dificultades para dejar descendencia, por lo que otorgan un gran peso a la vida de sus iguales. 

  • Nombres de mujer: Ardiana, Hilia, Soffe, Demare, Hatia, Silia.
  • Nombres de varón: Herio, Democles, Dícules, Antinoo, Nemnes, Tamtrares.

 

Los centauros fueron creados por los Peregrinos casi en su ocaso, cuando buscaban una raza resistente, tanto capaz de cubrir grandes distancias como poseedora de una inteligencia y destreza manual con la que realizar múltiples trabajos. Por su fisonomía inadecuada para Vajra, se les permitió habitar en la superficie, en una extensa foresta que había sido traída de otro plano como experimento para reforestar Voldor tras los inminentes desastres que se avecinaban. Además, esta tarea cumplía un doble cometido, ya que se les encomendó acabar con las fatas que habían sido transportadas hasta el continente junto con la foresta. Con la partida de los Peregrinos, los centauros pactaron la paz con las fatas tras siglos de cruentos  enfrentamientos y comenzaron a vagar libres por las llanuras, formando clanes conducidos por un líder.

Cada clan elige a su líder por votación. Para ello, le entregan una cinta o tira de tela decorada con motivos tribales y geométricos que simboliza su apoyo. El líder debe llevar a la vista en todo momento las cintas para ejercer su liderazgo, de forma que si les son retiradas, es decir, si pierde el apoyo de sus compañeros de clan, puede llegar a perder el control de la tribu. Los clanes son nómadas que recorren las llanuras cazando y recolectando las bayas y frutos que les ofrece la Madre Abundante. Solo cazan lo que necesitan para vivir, manteniendo una vida muy frugal. De los árboles de la Fronda toman madera con la que elaborar sus armas, lanzas, jabalinas, arcos y flechas de laboriosos trabajos de talla, siempre pidiendo antes permiso a las fatas que los habitan.

Las tallas de madera de los centauros son conocidas en todo Voldor por su calidad y belleza y son codiciadas por comerciantes y nobles. Muchas de estas obras de arte acaban en la ciudad portuaria de Puerto Estrella, desde donde viajan por la ruta marítima de los zabarios a todo el continente. Sin embargo, los centauros no tienen el mismo concepto del dinero que las demás razas, sino que dan el mismo valor a sus obras que a las armas de metal que forjan los herreros humanos o enanos. Así, aquel que obtenga una de sus tallas es probable que salga ganando con el intercambio.

Todos los miembros de una tribu de centauros deben colaborar. Cada uno tiene un trabajo que hacer, algo que aportar, ya sea cazar, recolectar, cocinar o tejer. Cuando un miembro del clan cree que no puede aportar nada más a la comunidad (por enfermedad o vejez, por ejemplo), abandona a sus congéneres para evitar convertirse en una carga, adentrándose en las llanuras de Sananda para «buscar su destino». En las ocasiones en las que un centauro fallece antes de esto, el líder del clan elige a un par de allegados del fallecido para que lleven su cuerpo a las fatas del bosque, las cuales harán que su cadáver pase a formar parte de la Fronda de Centauria.

Los centauros se reúnen dos veces al año, cada solsticio, para parlamentar y tratar los asuntos que atañen al conjunto de tribus. El lugar elegido es la única ciudad de centauros de Sananda, Oredanes («Altahierba»), que se encuentra próxima al centro de la linde oriental de la Fronda de Centauria. Pese a la naturaleza nómada de los centauros, un contingente compuesto por una representación de varios clanes vive en la ciudad todo el año. Habitan en enormes carpas decoradas con las cintas de cada uno, alrededor de las cuales se emplaza una zona común donde extranjeros y habitantes de otras razas pueden acampar y comerciar. 

Los centauros son un pueblo afable, paciente y culto dentro de sus estándares tribales. Aunque son hospitalarios con los forasteros, son capaces de recurrir a una gran violencia a la hora de defender a los suyos. Los cientos de años viviendo en las llanuras han hecho que desarrollen una serie de costumbres y leyes que aplican en todos los aspectos de su vida. Para los foráneos, el código centauro es rígido y tedioso, quizás nada más que un sinsentido bárbaro, pero en realidad es un mecanismo de defensa perfeccionado durante generaciones para sobrevivir en las llanuras.

Es por estas costumbres por las que, aunque la mayoría de los centauros de Sananda creen en la asamblea de clanes, existe un clan que rompe con todas sus tradiciones. Se trata del clan Umar, a los que se llama eskeftes, «extraños» en el dialecto quirón. Ellos mismos han abrazado este término, llegando a sentirse tan orgullosos de él que han bautizado a su asentamiento de esa manera. Habitan las ruinas de un antiguo observatorio de los Peregrinos tras remodelarlo con ayuda de trabajadores fórmigos, incluyendo rampas que les permiten acceder a los distintos niveles del complejo tanto en la superficie como bajo esta. Estos centauros siguen a Erekar en su afán por discernir los secretos que entrañan los Peregrinos. Un puñado de miembros del clan ha aprendido a manejar utensilios de los Peregrinos que exponen con orgullo.