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Siempre ha habido fórmigos viviendo en Shabana. Incontables generaciones de industriosos hombres hormiga han tratado de expandir la civilización por la región construyendo asentamientos, túneles, minas, puestos fronterizos y granjas. Muchísimo antes de la fundación de Vindusan o de la égida de los Peregrinos, los fórmigos ya se afanaban en trabajar la tierra bajo la luz de Avor para alimentar a los esclavos de sus amos. Cuentan las leyendas que no hace tantos milenios Shabana era una tierra verde, llena de campos de cultivo trabajados por los fórmigos. De pronto, los cataclismos climáticos comenzaron a sacudir Voldor y la tierra se tornó árida y difícil de explotar, por lo que los fórmigos empezaron a retirarse poco a poco hacia el interior de sus ciudades. Las tormentas de arena, cargadas de energía y rocas, cubrieron la tierra, y lagos y ríos se secaron cuando los días se volvieron abrasadores y las noches gélidas. Pero los fórmigos  sobrevivieron dentro de la seguridad de sus ciudades gracias a la solidaridad entre colonias, su cohesionada sociedad y una capacidad de trabajo única en el mundo. Así, cuando los Peregrinos abandonaron Voldor, fueron la raza mejor preparada para empezar a construir su propio futuro.

Pero tras el pasar de los siglos, cuando los fórmigos ya habían comenzado a prosperar en el duro entorno, desde el sur llegaron los saurios. Estos se cebaron con sus ciudades, saqueando docenas de ellas, reduciéndolas a ruinas y obligándoles a refugiarse cada vez más al norte. Aunque bien organizados e inteligentes, por aquel entonces a los hombres hormiga les quedaba mucho que aprender sobre la guerra. Sin embargo, con la llegada de los guerreros Banjora y su firme alianza, ambos lograron contener las mareas que les acechaban, como los saurios o las tribus gnoll. En agradecimiento, los fórmigos ayudaron a construir Vindusan, forjando un lazo de amistad entre ambos pueblos que perdura a día de hoy.

Desde entonces, muchos fórmigos han viajado a Vindusan para vivir allí, pues ofrece una gran cantidad de oportunidades para ellos. Generalmente se instalan en la ciudad aquellos con un mayor ánimo aventurero y con ganas de conocer otros pueblos, así como los ajenos a la particular mentalidad de la cultura fórmiga. Son quienes suelen actuar como intermediarios entre su pueblo y las gentes del exterior. Con el tiempo se ha ido formando una identidad cultural fórmiga particular de Vindusan, hermana de sus colonias de origen pero, al mismo tiempo, muy distinta. Estos fórmigos han terminado por adorar a Vindusan como una deidad y han adquirido algunas de las costumbres élficas, como las casas de té o las demostraciones marciales. Incluso han comenzado a organizarse como familias, imitando el modelo vindusino.

Los fórmigos viven en sus propios barrios que se diseminan por toda la ciudad, los más importantes situados en «el Aljibe». Las barriadas fórmigas suelen componerse de una serie de torres ajardinadas con una hermosa plaza en el centro, donde pueden encontrarse templos en forma de obeliscos. Bajo la sombra de las torres hay docenas de iluminadas y ordenadas calles y callejuelas repletas de locales, talleres y hogares. Algunos fórmigos viven en las granjas y salinas de las afueras de Vindusan, donde operan como trabajadores asalariados o comerciantes intermediarios de los suyos; e incluso han llegado a construir unas cuantas arenas de combate para sus gladiadores profesionales, un divertimento extraordinariamente popular entre los, por lo demás pacíficos, hombres hormiga. 

Es importante mencionar que los fórmigos de Vindusan son vistos por sus parientes más ordinarios como sujetos independientes y díscolos. Esto por un lado se explica por su estilo de vida, alejados de la estricta organización social de las colmenas y, por otro lado, por la influencia de los otros pueblos con los que conviven.

Los fórmigos recién llegados a la ciudad son bien recibidos por los suyos, que les buscan cobijo y trabajo para que se integren con rapidez. Cada una de estas barriadas están dirigidas por los miembros más veteranos y respetados, sujetos que han alcanzado la veintena larga y que, además de sus labores, se encargan de aliviar las tensiones dentro de la comunidad, hacer justicia y actuar como portavoces ante el resto de la ciudad. Los fórmigos no son en absoluto una comunidad cerrada, y reciben con los brazos abiertos a cualquiera que desee vivir entre ellos. Esto se traduce en relaciones sociales casi simbióticas con los afligidos menkarre, quienes son acogidos entre las comunidades fórmigas con entusiasmo. Así, muchos niños menkarres crecen rodeados de niños fórmigos que los consideran abuelos o tíos afectuosos.

Los fórmigos de Vindusan adoran a la ciudad como una deidad que los acoge en su seno, por ello le rinden respeto en templos donde también están presentes Armonía (Eurana) y Severidad (Praxis). Al trabajar elevan plegarias pidiendo a estos dioses que mantengan a salvo la sociedad, presentando sus respetos y devoción. Son poco dados a grandes ceremonias religiosas, puesto que en el fondo creen que el trabajo bien hecho es la mejor ofrenda a los dioses. Cualquier disturbio o problema social es interpretado como un castigo divino.

Físicamente son parecidos al resto de comunidades fórmigas del oeste de Voldor, si bien presentan características propias. Suelen ser más grandes y resistentes debido a la dureza el entorno, presentando numerosas marcas en su exoesqueleto por la exposición a los peligros de Shabana. También es frecuente que se decoren el cuerpo con pinturas blancas, azules y rojas que denotan su afiliación a la ciudad. Muchos visten a la manera élfica y otros prefieren crear nuevos y eclécticos estilos. 

  • Nombres de mujer: Aklii, Badiinii, Xedii.
  • Nombres de varón: Ciikil, Jofilyk, Qu’ym.