De la oscuridad surge un lamento gorgoteante. Una figura sale a la luz, arrastrando un pie mientras alza sus hinchados brazos y sus manos rotas. El zombi avanza, impulsado por su instinto, para matar a cualquiera demasiado lento como para escapar de su abrazo.
La magia nigromántica impulsa los cadáveres de las criaturas, lo que provoca que se alcen como zombis que harán lo que su creador desee, sin temor o dudas. Se mueven a trompicones, envueltos en las ropas que llevaban cuando murieron y portando consigo el hedor de la muerte.
La mayoría están hechos de restos humanoides, aunque se puede imbuir con esta vida falsa el cadáver de cualquier ser vivo. Es la magia nigromántica, normalmente proveniente de conjuros, lo que anima a los zombis, pero algunos se alzan por sí mismos donde la magia oscura satura el lugar. Una vez convertida en zombi, una criatura no puede ser devuelta a la vida salvo con magia poderosa.