Hace siglos, Cynidicea era la capital de un reino próspero. A través de los avances en la magia y la tecnología, los cínides recuperaron tierras del desierto y transformaron su ciudad en un paraíso. Cynidicea alcanzó su apogeo con el reinado del Rey Alendria y la Reina Zanobis. Después de la muerte de estos últimos grandes monarcas, los cínides los honraron erigiendo una enorme pirámide escalonada que sirvió como un importante centro urbano durante años.

La caída de Cynidicea comenzó cuando los trabajadores que excavaban bajo el zigurat descubrieron un cuerno nudoso de color negro azabache que sobresalía de un misterioso obelisco. Sin que los trabajadores lo supieran, el cuerno pertenecía a Zargon, un Mal Anciano sepultado en el obelisco hace eones. En el momento en que los cínides arrancaron el cuerno del monolito, su ciudad estaba condenada. Materializándose a partir de su cuerno cortado, Zargon devoró a los trabajadores y mató a las guarniciones que le siguieron, ahogándolas en torrentes de fango.

En lugar de enfrentarse a la sombría realidad a la que se enfrentaban, algunos cínides comenzaron a ver a sus conciudadanos como sacrificios a un nuevo y voraz ídolo, formando gradualmente un extraño culto a Zargon. Asfixiados por el fango de Zargon y asaltados por invasores oportunistas, los cínides huyeron a la clandestinidad.

Liderados por el Culto de Zargon, los Cínides comenzaron a reconstruir, construyendo un miserable reflejo de su antiguo reino en la oscuridad. Arriba, las dunas a la deriva cubrían la ciudad, y Cynidicea se perdió en la inmensidad del desierto.

Perdida bajo el tiempo y la arena, Cynidicea es apenas un recuerdo de las tierras donde una vez prosperó. Las ruinas de Cynidicea se encuentran entre las dunas de Anauroch en el continente de Aenith.