La historia del pequeño forjado es tan austera cómo incierta, su primer recuerdo es la cara de su padre, viendo cómo se levantaba de lo que parecía ser, un laboratorio. Sin entender su existencia, pasó años haciendo todo lo que su padre le pedía, siendo miembro de la Orden de los Fab'Huritus cómo buscador, aprendiendo de sus viajes y aventuras.
Con el tiempo, desarrolló una tecnología en base a los estudios desechados de su padre, que parecían contemplar una manera de crear cuerpos artificiales, cómo el suyo, pero infundirlos con vida...Eso era algo que no debía poder hacer un mortal. Con cuestiones sin resolver, Inji nunca adaptó su cuerpo al exterior, nunca se proporcionó una voz, pues así lo diseño su padre, nunca preguntó el porque de su existencia, pero si comprendió algo, que debía haber un motivo. Con tiempo, estuvo buscándolo entre libros, estudios y experimentos, un día, buscando en un templo cómo última opción, la mismísima Ioun, le reveló que había podido vivir gracias a que ella le infundió con la chispa de la vida, en parte para castigar a su padre por su ansia de conocimiento sin fin, en otra, para demostrar que una criatura pura cómo elle, buscaría el conocimiento por encima de todo, y aún más por encima, lo utilizaría para el bien.
Así Inji, se convirtió en un Clérigue de Ioun. Dando su vida a la orden y a su devoción por el conocimiento, demostrando a su padre, que su hije sería más útil que él y sus ansias de poder, por el simple hecho de conocer para los demás y no para él mismo.
Durante los sucesos de las Ruinas de las Moiras, el destino no mostró lo ocurrido con Inji, por lo que su paradero y estado, son inciertos.