De donde sea que vengan, los pugilistas viven una vida dura y caótica que los deja llenos de determinación e imprudencia, ya sea por exceso de confianza o desesperación. En una pelea, pueden canalizar esta fuerza de carácter para plantarse y luchar contra los enemigos con mayor fuerza de números, armas o armaduras de lo que cualquier otra persona podría pensar posible.

Los pugilistas inconscientemente aprovechan su propia fuerza interior en forma de agallas. Esta no es una energía esotérica o mística que fluye a través del multiverso, sino el resultado de la determinación forjada durante toda una vida de dificultades con una actitud de nunca decir morir. Puedes enseñarle a alguien cómo pelear, pero nunca podrías enseñarle a alguien cómo ser un pugilista. El secreto para dominar tus propias agallas no proviene de un estudio disciplinado o una capacitación rigurosa, sino de años de querer y necesitar.

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