Bettania no recuerda el nombre que la dieron al nacer, quizá nunca tuvo
uno. Desde que tuvo uso de razón fue una esclava, se limitaba a
contestar al nombre que sus amos le daban y encajar los golpes, sin
preocuparse mucho por conseguir la libertad o escapar. Eso cambió
ligeramente la última vez que cambió de amo, cuando conoció a una
adolescente llamada Bettania a la que su familia había vendido para
saldar una antigua deuda. Como viajaron en barco hasta el norte y
separaron a los hombres, mujeres y niños, las dos coincidieron en el
mismo lugar ellas solas. A Bettania le hizo mucha gracia que no tuviera
nombre y que prácticamente no supiera nada del mundo, así que durante
esos días ella le contó historias, canciones y juegos, y se quedó
impresionada por las cicatrices de la otra muchacha,