Gareth, el valeroso paladín, Vondal, el enano clérigo de Pelor, Atena, la intrépida exploradora humana y compañera de Vondal, y Gwyreth, el carismático semieflin brujo, se encontraron en los oscuros muelles nocturnos en busca de alguien que los llevara a Barovia. Les habían dicho que buscaran a una persona y les entregaron una misteriosa moneda. Después de unos minutos de espera impaciente, Gareth sacó la moneda y la lanzó al aire con un rápido movimiento del pulgar. Antes de que la moneda cayera en su mano, un mediano la atrapó en el aire con destreza sobrenatural.
La figura del mediano se materializó frente a ellos, mirándolos con ojos curiosos. "¿Qué es lo que desean?", preguntó con una voz suave pero llena de misterio. Los aventureros le comunicaron su intención de viajar a Barovia. El mediano asintió y les informó que los podría llevar en su barco. Sin dudarlo, los valientes héroes aceptaron la propuesta y se embarcaron en la nave, listos para enfrentar los peligros que les aguardaban en su travesía hacia Barovia.
Después de varias horas de travesía, el mediano los dejó en las sombrías orillas de un frondoso bosque y les indicó que debían atravesarlo durante aproximadamente 90 minutos para llegar a Barovia. El grupo descendió del barco y cuando se volvieron para hablar con el mediano, este ya había desaparecido, dejándolos solos en medio de la niebla.
Sin otra opción más que seguir adelante, se adentraron con cautela en el bosque, envuelto en una niebla densa y misteriosa. Aullidos y sonidos escalofriantes se filtraban entre los árboles, llenando el aire de una inquietante sensación. Con paso firme, pero con el corazón latiendo aceleradamente, avanzaron por el sendero desconocido.
A medida que se adentraban más y más en el bosque, la niebla comenzó a disiparse gradualmente, revelando un camino empedrado que conducía hacia un imponente portón de dimensiones colosales.
Mientras avanzaban por el sendero entre los árboles centenarios, los destellos de la luz del sol luchaban por filtrarse entre las espesas ramas. Fue entonces cuando sus ojos se posaron en un macabro hallazgo: el cadáver de un mensajero yacía en el suelo, víctima de una oscura tragedia.
Con cuidado, se acercaron al cuerpo y examinaron sus pertenencias. Entre ellas, encontraron una carta doblada con sumo cuidado. Las palabras escritas en tinta negra revelaron una súplica desesperada: un hombre, el burgomaestre de Barovia, pedía ayuda para su hija, Ireena Indirovich, quien sufría acosos y amenazas que la sumían en el miedo y la desesperación.