Inicio de viaje
En la cubierta del barco, rodeados por el susurro del viento marino, William se afanaba en una tarea crucial. Desmontar y ensamblar las piezas de Dorian, tratando de lograr que su apariencia se asemejara en todo sentido a uno de los autómatas de Ivanovich. Cada engranaje, cada placa, era una pieza clave en su audaz plan de infiltración en los dominios del tirano.Mientras tanto, en la parte interior del barco, el resto del grupo compartía un breve respiro. Habían embarcado con el peso de su misión sobre sus hombros, pero también con la esperanza de un futuro mejor. Fue en ese momento cuando una figura se acercó a ellos, una mujer humana adulta de mirada decidida y vestimenta sencilla. Kydian Amberfond, así se presentó. Kydian confesó haber escuchado rumores sobre la misión del grupo y manifestó su deseo ardiente de unirse a ellos en su lucha contra Ivanovich. Su voz revelaba una convicción profunda en su causa. Les habló de su anhelo por liberar este plano de la oscura sombra del tirano y restaurar la esperanza en un mundo desgarrado por la opresión.
El plan
En ese momento de confianza compartida, Cyrus, Norton y Adellard narraron con detalle su travesía temporal, explicando los oscuros misterios que habían descubierto y las sombras de Ivanovich que habían decidido enfrentar. Con cautela y claridad, transmitieron su plan: la misión de infiltración, la recolección de información, la captura del autómata, y la eventual apertura del portal temporal. Pero también compartieron su sincera intención de, si fuese posible, lograr el viaje al pasado sin necesidad de enfrentar al todopoderoso Ivanovich, si eso significaba la salvación del mundo que ahora conocían.
Con el coraje de aquellos que no pueden aceptar la tiranía, Kydian decidió unirse al grupo en su búsqueda por derrocar a Ivanovich y liberar a su mundo del yugo opresor. No era solo un deseo de cambio, sino un compromiso inquebrantable de luchar por una causa justa y un futuro mejor. Los lazos de su determinación se entrelazaron con los del grupo, forjando una alianza destinada a desafiar a la oscuridad.
Ataque
La noche en alta mar estaba empapada de una tensión cargada y la niebla se agitaba como un velo de misterio que envolvía el barco. Los corazones de los tripulantes latían en un ritmo acelerado, presagiando lo desconocido que se avecinaba. Pero la quietud súbita que cayó sobre la embarcación auguraba algo más ominoso. El misterio se convirtió en alarma cuando el barco se detuvo abruptamente, como si un poder invisible lo hubiese aprisionado en un agarre implacable.
El alboroto se propagó como fuego en el bosque. La tripulación se precipitó hacia cubierta, buscando respuestas en la oscuridad incierta. Uldyssian, el capitán, dio órdenes frenéticas, mientras el viento parecía haberse retraído, dejando las velas inmóviles como estandartes caídos en medio de una batalla que aún no se comprendía del todo. Entonces, el rugido. Un sonido primordial y atronador que reverberó en el aire y retumbó en el pecho de cada presente. La advertencia del capitán se convirtió en un grito, clamando que apagaran todas las luces, como si temiera que alguna criatura acechante se sintiera atraída por su resplandor.
Fue en ese instante oscuro y frenético que Cyrus, con su visión nocturna, observó la aparición de criaturas siniestras emergiendo del agua. Estas figuras humanoides, criaturas marinas que parecían arrancadas de pesadillas ancestrales, subían al barco con agilidad anormal. En sus manos, los marineros se convertían en títeres indefensos, arrojados al abismo oscuro de las aguas embravecidas. Cyrus, firme en medio del caos, despliega su visión nocturna como un arma para guiar a sus compañeros. Su mano se aferra a Kydian, dirigiéndola hacia la cubierta donde se encuentra el caos. Uno por uno, los rescató, Adellard, Mark... Pero cuando llega el momento de Norton, el tiempo parece detenerse.
Un instante eterno, un enfrentamiento mortal. Cyrus observa impotente mientras una criatura marina atrapa a Norton y lo lanza al océano voraz. Su corazón late como un tambor salvaje, la adrenalina corriendo por sus venas mientras su amigo se ve arrastrado por las olas agitadas. Norton lucha contra el oscuro abrazo del agua, sintiendo las garras de criaturas submarinas que buscan atraparlo. Una soga extendida por Cyrus se convierte en su salvación, un vínculo frágil pero vital. Las manos de Norton se aferran con fuerza a la vida, resistiendo las garras y los intentos de arrastrarlo a las profundidades.
La bestia
Y entonces, la pesadilla da paso a un terror aún más grande. Un rugido ensordecedor sacude el aire y un ser monstruoso, un dragón marino de proporciones épicas, se alza de las profundidades. Sus ojos ardientes arrojan llamaradas de ira mientras embiste contra el barco. Las tablas cruje y estallan mientras el dragón cruza por encima, su aleta caudal dejando a su paso un remolino de caos. La oscuridad que había envuelto el barco como un manto siniestro se disipó momentáneamente al encender los faros de Kydian. La luz reveló el caos que reinaba en la cubierta, criaturas marinas retorcidas y deformes se aferraban al barco, sus ojos hostiles brillando con ansias salvajes. El equipo debatió su siguiente movimiento con urgencia mientras el mundo a su alrededor se convulsionaba en la lucha.
El rugido del dragón retumbó en los oídos de todos, anunciando la llegada del caos. Con majestuosidad terrorífica, el dragón descendió, su presencia eclipsando toda razón. Solo un marinero sobrevivió, Lucio, el hermano de Uldyssian, quien emergió del desorden con la mirada endurecida por la tragedia. Un lazo especial se forjó entre Lucio y el padre Addelard, dos almas unidas por el dolor y la voluntad de sobrevivir.
La lucha se desencadenó, las armas chocaron con las criaturas marinas en una sinfonía caótica de metal y magia. Kydian lideró la carga, su destreza monástica y sus faros iluminando la noche. Las criaturas cayeron ante la embestida del grupo, pero el verdadero desafío se cernía sobre ellos: el dragón del caos, Nerethrax. El dragón descendió, su rugido estremeciendo los cimientos de la nave. La batalla se intensificó, las fuerzas del grupo unidas en un intento desesperado por desafiar a la criatura titánica. Un zarpazo del dragón sacudió la cubierta, arrojando a Kydian a un lado. Pero la monje canalizó su entrenamiento y se puso de pie nuevamente, desafiante y decidida. En medio de la lucha, una voz familiar resonó desde las sombras. Uldyssian emergió con un grupo de marineros desde las profundidades del barco. La esperanza se avivó en los corazones cansados mientras el capitán les informaba sobre la única oportunidad de escape. El dragón del caos, Nerethrax, era una amenaza incontrolable. La evacuación era la única opción.
Escape
La mirada de Uldyssian se posó sobre Dorian, inactivo y vulnerable en la mesa. Norton, con su espada de adamantina, trazó una solución audaz. En un instante de acción rápida, el techo del barco cedió y la mesa cayó a través de un agujero creado por la espada de Norton. Dorian descendió, como si el destino mismo lo hubiera guiado, y una sonrisa esperanzada se dibujó en el rostro de Norton mientras los brazos del grupo lo recibían.
La caída hacia las profundidades del barco provocó una dislocación en Dorian, fragmentándolo en varias partes. La urgencia llenó el aire mientras cada miembro del grupo se apresuraba a recoger las piezas del constructo que ahora yacían esparcidas. Con determinación, se organizaron para llevar las partes al bote de rescate, una carrera contra el tiempo mientras la nave se hundía rápidamente en el océano tumultuoso.
Viaje tras viaje, transportaron las partes de Dorian al bote, su esfuerzo un testimonio de unidad y resiliencia. La marea de caos continuó su danza, y mientras se alejaban, el barco de Uldyssian se partió en dos, hundiéndose en un remolino de destrucción. La tristeza se entrelazó con la supervivencia mientras veían el naufragio. En busca de un lugar seguro para descansar, Norton recurrió a la magia para agilizar un breve período de reposo. Su hechizo, Catnap, brindó al grupo el alivio necesario para inspirar a Kydian, una experta en navegación, a trazar el rumbo hacia la costa. Sin embargo, su momento de tranquilidad se rompió abruptamente cuando tres guardias personales de Ivanovich se materializaron en medio de ellos, sus armas apuntando con amenaza.
La negociación se volvió tensa, pero la situación se desbordó cuando Cyrus optó por la violencia. Su conjuro se desató con una fuerza devastadora, reduciendo el bote de emergencia a astillas y enviándolos a la deriva en las aguas inhóspitas. Las partes de Dorian cayeron al abismo y el grupo quedó a la deriva en un océano hostil durante seis largos días. Los guardias se desvanecieron, su presencia etérea dejando solo el eco del peligro.
El tiempo parecía fluir interminablemente hasta que, finalmente, un pequeño navío apareció en el horizonte. La esperanza se reavivó cuando los marineros de Lucio extendieron una mano de ayuda. Lucio, con su espíritu incansable, había perseverado en su búsqueda y rescate. La historia de supervivencia y unión se entrelazó mientras el grupo se reunía en el navío de Lucio.
La fortuna sonrió a la perseverancia del grupo. Con la habilidad de William y su ingenio, lograron crear un dispositivo que los ayudó a localizar las partes dispersas de Dorian. Día tras día, recogieron los fragmentos con determinación, reviviendo la esperanza en cada hallazgo. Aunque algunas partes aún se resistían a ser encontradas, la convicción del grupo se mantuvo firme.
Después de días agotadores y noches inquietas en el vasto océano, el grupo observó con esperanza cómo emergía un pequeño navío en el horizonte. Señales de socorro flamearon en el viento, como destellos de desesperanza y resiliencia. La exhaustion que pesaba sobre ellos cedió ante la perspectiva de un rescate.
En ese barco, guiado por las manos fuertes y la determinación de Lucio, navegaban algunos de los marineros que habían sobrevivido al asedio de Nerethrax. Lucio compartió su historia con ojos llenos de gratitud y preocupación. Se habían reunido con un lugareño llamado Mendel en una costa lejana, y cuando los días se convirtieron en una agonía de incertidumbre, Lucio decidió embarcarse con Mendel en busca de sus compañeros. El destino les había sonreído, permitiéndoles encontrar al grupo en el vasto océano.
Las palabras de William trajeron un rayo de esperanza a la situación. Aunque los componentes de Dorian habían enfrentado el implacable embate del mar, el hábil inventor sugirió que podría construir un dispositivo para rastrear las piezas perdidas. Sin embargo, la preocupación flotó en el aire como una niebla densa. Cyrus cuestionó la viabilidad de esta empresa, cuestionando si las partes de Dorian podrían haber sobrevivido tanto tiempo en el mar embravecido.
En ese instante, una voz conocida resonó en el aire como un eco antiguo "Aguantará eso y mas si es necesario". La voz del Archivista, herida y marcada por las vicisitudes, interrumpió el debate. El Archivista, cuyos ojos denotaban pérdida y sacrificio, les reveló la consecuencia inadvertida de la incursión de Dorian en la mente del autómata de Ivanovich. La información se había convertido en un arma de doble filo, nutriendo a la bestia de Ivanovich con la esencia de Dorian. La conversación reveló que habían destruido el templo que el grupo había conocido y que el propio Thrud había perdido la vida.
Después de semanas de búsqueda tenaz, el esfuerzo valió la pena. Todas las partes de Dorian fueron recuperadas, excepto una pierna derecha y un brazo izquierdo. Pero el Archivista trajo consigo un atisbo de esperanza, partes de Thrud que podrían ser utilizadas para reconstruir a Dorian. Con habilidad y dedicación, las piezas de metal y carne se fusionaron, guiadas por la maestría de William y el recuerdo de Thrud, uniendo el pasado y el presente en un cuerpo nuevo.
Dorian resurgió de la oscuridad del sueño, sus ojos destellaron con conciencia y determinación. El grupo se encontraba a las puertas del Castillo de Ivanovich, a solo 20 kilómetros de distancia. El viento de la aventura los llevaba hacia su misión final, hacia el desenlace que marcará el destino de dos tiempos entrelazados.