El asentamiento llamado Yama ue no ho ni Umi Mura brota como una flor en medio de un paisaje tumultuoso, situado en las estribaciones justo al oeste de la Muralla sobre el Océano. Punto de parada ideal entre los territorios Grulla más rurales del sur y las tierras más ricas y cosmopolitas del norte, desde sus primeros días la aldea fue conocida por sus numerosas pequeñas posadas y casas de sake, sus amables habitantes y una espectacular vista del océano. Como resultado, la población y la economía del pueblo han crecido enormemente a lo largo de los siglos. Su gran mercado ofrece todo tipo de suministros prácticos y bellas baratijas: joyas, grabados sumi-e e incluso algún que otro "artefacto bendito".
En los primeros días de la primavera, la Aldea de la Muralla sobre el Océano celebra el regreso de la vida con un gran festival en el que hay bailarines, música y hanabi (fuegos artificiales). La propia aldea sufraga los gastos con el excedente de riqueza que obtiene a través del comercio. Durante este festival, las tiendas permanecen abiertas e incluso ofrecen descuentos a los visitantes para fomentar el comercio futuro. Como era de esperar, el culto tanto a Daikoku, la Fortuna de la Riqueza, como a Hotei, la Fortuna de la Alegría, es muy importante aquí, con grandes santuarios financiados por las donaciones de todo el pueblo (especialmente de los comerciantes ricos). Nadie escatima en estas donaciones, ya que de lo contrario podría atraer los aspectos iracundos de ambas Fortunas y arruinar toda una vida de prosperidad.
La posada más antigua de la ciudad es la Casa de la Paz Espiritual. Construida a partir de una serie de cabañas y casas conectadas entre sí, la posada adquiere su verdadero esplendor durante el periodo de reconstrucción tras la Guerra de los Clanes. Su construcción única ofrece muchas habitaciones separadas, cada una capaz de servir como un hogar completo para viajeros a largo plazo o como una fina suite para aquellos que hacen una estancia corta.