En los primeros días de exploración, unos leñadores León descubren un antiguo santuario en el bosque, una tosca estructura que no es más que un altar de piedra situado en un claro natural. Ningún historiador o shugenja Kitsu es capaz de identificar las antiguas marcas, pero los heimin de la región suponen que se trata del santuario de alguna Fortuna olvidada hace mucho tiempo. Algunos también lo han atribuido a Kuroshin, el patrón de la Agricultura, Kenro-ji-jin, el patrón del Suelo, o Yama-no-Kami, la Fortuna de la Piedra. En cualquier caso, el santuario tiene algún guardián sobrenatural, ya que un samurái que ordenó talar un árbol cercano cayó enfermo y murió poco después. Los campesinos ofrecen regularmente ofrendas para apaciguar a la deidad celestial que aquí reina.
Kokoro Nezuban Seido
Santuario