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Al final del Camino del Dolor, justo antes de que pase del Imperio, se encuentra el Santuario del Exiliado, la última oportunidad para un exiliado de rezar en el suelo sagrado de Rokugán. Este templo es sorprendentemente completo, ya que contiene pequeños santuarios a todas las principales Fortunas y líneas ancestrales. Los pocos monjes que sirven en el Santuario del Exilio suelen ser voluntarios de la Orden de los Cuatro Templos o de su sucesora, los Diez Mil Templos. Los monjes llevan un cuidadoso registro de los que se marchan y a quién rezan antes de partir; una vez al año llega un auditor imperial para recoger estos registros y devolverlos a los archivos imperiales.