Ciudad Sombra del Bosque fue una vez una pequeña pero próspera ciudad costera del Fénix, conocida por el bosque cercano donde los árboles crecían más altos que cualquiera de los edificios, manteniéndolos en una agradable sombra. Un centro de comercio marítimo, que intercambiaba barcos con Otosan Uchi y las tierras de la Grulla, era una de las joyas de las provincias de Shiba. Por desgracia, la suerte de la ciudad fracasó en el siglo VIII, cuando el gobernador de la ciudad rompió su compromiso con la hija del daimyo Agasha (en aquella época, por supuesto, los Agasha aún eran una familia de dragones). El daimyo lanzó una maldición sobre la ciudad.
Pronto el bosque se hizo cada vez más alto, más oscuro, y las enredaderas se arrastraron sobre el castillo del gobernador. Una misteriosa niebla recorría las calles y se podían ver sombras moviéndose a través de ella. Pronto los habitantes desaparecieron sin dejar rastro, y el castillo y otros edificios cayeron rápidamente en la ruina. Sin que nadie lo supiera entonces, la ira del daimyo Agasha había atraído la atención de la Oscuridad Viviente, el insidioso avatar de la Nada, y su poder había alimentado la maldición. Aunque el vengativo daimyo fue citado más tarde para ser juzgado por el Campeón del Clan Dragón (y nunca se le volvió a ver después de aquel día), el oscuro destino de la ciudad no pudo alterarse fácilmente. Ni siquiera los Maestros Elementales pudieron salvar la ciudad, desconcertados por la extraña naturaleza de la maldición (en aquella época, nadie conocía la Oscuridad Viviente ni sus poderes únicos). Desde entonces, la ciudad en ruinas ha sido evitada por casi todo el mundo, envuelta en rumores de fantasmas, criaturas de las Tierras Sombrías y cosas aún más extrañas que la acechan. La niebla que rodea la ciudad retuerce la percepción y parece tener voluntad propia; incluso aquellos lo bastante valientes como para intentar visitarla son a menudo incapaces de encontrar el camino hasta allí... o incapaces de marcharse una vez que han llegado.
A finales del siglo XII, después de que la era del Emperador Oculto revelara y derrotara las maquinaciones de la Oscuridad Viviente, se declaró eliminada la maldición que pesaba sobre la ciudad. Sin embargo, la incertidumbre persiste, e incluso sin la extraña niebla el lugar es siniestro y peligroso. A falta de certeza sobre si la destrucción de la ciudad limpiaría definitivamente la zona, los Shiba siguen manteniéndola fuera de los límites, e incluso en la era moderna se la suele dejar en paz.
Pronto el bosque se hizo cada vez más alto, más oscuro, y las enredaderas se arrastraron sobre el castillo del gobernador. Una misteriosa niebla recorría las calles y se podían ver sombras moviéndose a través de ella. Pronto los habitantes desaparecieron sin dejar rastro, y el castillo y otros edificios cayeron rápidamente en la ruina. Sin que nadie lo supiera entonces, la ira del daimyo Agasha había atraído la atención de la Oscuridad Viviente, el insidioso avatar de la Nada, y su poder había alimentado la maldición. Aunque el vengativo daimyo fue citado más tarde para ser juzgado por el Campeón del Clan Dragón (y nunca se le volvió a ver después de aquel día), el oscuro destino de la ciudad no pudo alterarse fácilmente. Ni siquiera los Maestros Elementales pudieron salvar la ciudad, desconcertados por la extraña naturaleza de la maldición (en aquella época, nadie conocía la Oscuridad Viviente ni sus poderes únicos). Desde entonces, la ciudad en ruinas ha sido evitada por casi todo el mundo, envuelta en rumores de fantasmas, criaturas de las Tierras Sombrías y cosas aún más extrañas que la acechan. La niebla que rodea la ciudad retuerce la percepción y parece tener voluntad propia; incluso aquellos lo bastante valientes como para intentar visitarla son a menudo incapaces de encontrar el camino hasta allí... o incapaces de marcharse una vez que han llegado.
A finales del siglo XII, después de que la era del Emperador Oculto revelara y derrotara las maquinaciones de la Oscuridad Viviente, se declaró eliminada la maldición que pesaba sobre la ciudad. Sin embargo, la incertidumbre persiste, e incluso sin la extraña niebla el lugar es siniestro y peligroso. A falta de certeza sobre si la destrucción de la ciudad limpiaría definitivamente la zona, los Shiba siguen manteniéndola fuera de los límites, e incluso en la era moderna se la suele dejar en paz.