A pesar de contar con varias posadas y casas de huéspedes, pues la ciudad alberga a muchos viajeros, la mayor de ellas es El Hipogrifo Invernal. Esta enorme construcción de madera de tres pisos destaca desde la lejanía, no solo por su tamaño, sino por el enorme mural de un grifo de níveo pelaje que decora la fachada.
Situada en la frontera de las Tierras Boreales, tan al norte que las nieves están presentes durante todo el año, se encuentra la ciudad de Nyuzanis, un enclave comercial por el que transitan la mayoría de las caravanas que unen la capital de Mirianis con las tierras de los orcos. Erigida por pioneros élficos hace tres siglos, el comercio de ámbar, pieles y madera ha traído riqueza y prosperidad a un lugar que nació como un pequeño puesto de vigías.
Si bien la mayoría de los viajeros que cruzan por ella se dedican a los negocios, no son pocos los eruditos, hechiceros e incluso curiosos que viajan hasta Nyuzanis, pues parte de la ciudad se ha edificado sobre enormes rocas que flotan estáticas a decenas de pies del suelo. Cuando los primeros colonos mirienses encontraron el lugar, se asombraron al ver que pesados trozos de suelo levitaban sobre sus cabezas. Con mucho esfuerzo y algo de magia lograron levantar una pequeña atalaya en lo alto, donde podrían vigilar los caminos desde las alturas y no verse amenazados por las bestias salvajes que moran el bosque.
Nadie sabe el origen exacto de tan extraño fenómeno, aunque han sido muchos los que han teorizado sobre ello. Son constantes las discusiones y debates entre la Sociedad de la Escalera Pétrea, una agrupación de geomantes que surgió en la ciudad al poco de su fundación, y la delegación del Colegio de Arcanomantes Imperiales llegados desde Nakuro. Los primeros aseguran que el fenómeno se debe al vítreo de xion que arraiga en las profundidades del suelo, mientras que los mida aseguran que es un efecto residual de haber servido como nido de un dragón durante milenios.
Siglos de viento y lluvia han erosionado el cráter del que fueron arrancados los colosales pedazos de suelo, creando un hermoso valle libre de árboles, ahora cubierto por pastos y zonas de cultivo. El agua de las lluvias y las nieves desciende por tranquilos ríos de agua cristalina hasta un lago poco profundo en el centro de la cavidad. Los habitantes de Nyuzanis viven en la ciudad levantada junto al lago, donde decenas de casas de madera con tejados a dos aguas forman largas hileras y sus amplias plazas son ocupadas por caravanas, tiendas y tenderetes.
Nyuzanis, cuyo nombre en común significa «Escalera al cielo», cuenta con una decena de plataformas de roca flotantes, pero solo las tres de mayor superficie y estabilidad están pobladas. El ascenso desde el suelo se realiza subiendo por escalas de cuerda y madera, similares a las que los Mida emplean en sus ciudades, y un potente elevador alimentado por xion ha sido construido por los arcanomantes imperiales para subir los objetos pesados.
Los juzgados, el cuartel de la guardia de la ciudad o el templo de Elethae son algunos de los edificios que cuentan con el honor y el privilegio de haber sido construidos en las alturas. Aunque cualquier ciudadano puede ascender a esta parte de la ciudad, la mayoría de los habitantes de Nyuzanis solo hace vida en el suelo, subiendo por las escalas únicamente para resolver asuntos con el gobierno o el clero. Otros edificios más recientes, como el Colegio de Arcanomantes, se han emplazado en el suelo.
La extraña distribución de la ciudad, única en Mirianis, no ha sido excusa para no mantener la norma de que toda población miriense debe tener en su centro una Fortaleza Negra, una edificación que alberga al gobierno de la ciudad. Esta construcción, levantada hace siglos en la plataforma más alta, es la antigua atalaya que emplazaron los fundadores. Construida en piedra caliza propia del lugar, en vez de en los característicos bloques de piedra negra que se emplean en el resto de Mirianis, ha sido pintada con pigmentos oscuros para mantener la tradición y decorada con decenas de estatuas que representan las bestias salvajes que pueblan el bosque. El otro uso tradicional de la fortaleza, ser almacén de alimentos y de posesiones valiosas de la ciudad, ha sido abandonado por la dificultad de subir el material, que se guarda en grandes almacenes emplazados sobre tierra firme.