Las grandes murallas y las altas torres de Markathalen, poco comunes en las ciudades mirienses, son el símbolo perfecto de la rebeldía de sus habitantes contra el gobierno de la nación. Esta ciudad, situada cerca en el linde sur del bosque, cuenta con una gran población de extranjeros, sobre todo humanos y midas, que crece con cada grupo de migrantes que llega a través del paso del Eidolón. Sus dirigentes se muestran cada vez más en discordia con el Saenadan y son comunes las revueltas y disturbios en sus calles.
