Si Pórtico cierra el reino por el oeste, Atalaya lo hace por el este. Durante siglos fue un puesto amurallado cuyo único propósito era la vigilancia del río Albo en busca de fugitivos y espías. Con el cambio político y el aperturismo, Atalaya se convirtió en un punto de paso para todos aquellos arainas que deciden comenzar una nueva vida al este del río Albo.
Alrededor del antiguo puesto ha crecido toda una ciudad que acoge a todos aquellos mercaderes dispuestos a hacer negocio con los colonos arainas que abandonan el antiguo reino para asentarse en esta tierra. La ciudad también se ha visto obligada a acoger a todos aquellos mercaderes de la ruta de Azur que buscan hacerse con bienes de lujo como la seda araina o los más extravagantes destilados.