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  1. Notes

Culto de la Mantícora Albar

Religión

Cuando los clanes trasgos llegaron a los tremedales del río Blanco, descubrieron que algunas de las colinas más al norte, en las profundidades de los pantanos, estaban sembradas de vetustas ruinas pertenecientes a alguna civilización antigua. En ellas encontraron numerosas estatuas de los más exóticos materiales que representaban a una imponente bestia. Esta fue rápidamente bautizada como "la Mantícora Albar", por el tono blanco de la extraña roca en Ia que estaba tallada. Las razas trasgoides no suelen ser buenos arqueólogos o historiadores, pero algunos de sus chamanes lograron traducir varias tablillas de piedra que encontraron entre las ruinas y descubrieron que la criatura era adorada por los anteriores habitantes como una diosa de la nafuraleza, capaz de conceder olas de frío o campos fértiles por igual, pero benévola con aquellos que Ia rinden culto. Faltos de una entidad superior a la que adorar tras la marcha de los Peregrinos y despreciados por todas las naciones a su alrededor, muchas de las tribus no tardaron en aceptarla como deidad protectora. Desde entonces, los trasgos han integrado su adoración como una parte fundamental de su cultura hasta el punto de que cualquier auspicio religioso es lo único que parece aunar a los clanes. Numerosas estatuas, tablillas y otras representaciones fueron sustraídas de las ruinas y ubicadas en Ios templos construidos para tal fin en los poblados.

La Mantícora Albar es una entidad fría y despiadada (como el gélido norte) con cierta inclinación al mal, lo que encaja perfectamente con las razas trasgoide. Otorga a sus clérigos la capacidad de prever las tormentas de nieve, las avalanchas y otros desastres naturales, e incluso utilizar los elementos naturales contra los enemigos de sus fieles. Concede a sus seguidores una fuerza desmedida, una simbiosis espiritual con Ia tierra y la naturaleza que les permite sobrevivir en los más adversos entornos. Es una deidad caprichosa y confusa en ocasiones, que valora el vigor y la resistencia por encima de otras capacidades, incentivando los líderes aguerridos y belicosos con un toque brutal. Se trata de una inteligencia primitiva, perteneciente a los primeros días de Voldor, que parece haber despertado recientemente tras un letargo y cuyos dominios se expanden en lugares naturales y sombríos, apartados de grandes núcleos urbanos.

Sus promesas de poder atraen a criaturas crueles y con cierto salvajismo que viven en entornos indómitos y, muchas veces, plagados de bestias y otras monstruosidades. También aquellos que han explorado sus ruinas e investigado las estatuas dejadas atrás pueden terminar abrazando su fe, especialmente aquellos con desequilibrios o instintos homicidas, que pueden sentirse representados en los grandes depredadores de la naturaleza. Su culto, aunque de un modo más personal, es frecuente también en algunas bestias inteligentes como pueden ser los dragones cromáticos, arpías, minotauros y/ por supuesto, mantícoras.

El verdadero aspecto de la Mantícora Albar varía en cada una de sus representaciones, pero posee unos rasgos comunes que la hacen muy reconocible. EI tono blanquecino de su piel no parece restringirse a las estatuas construidas en piedra blanca, sino que también en los dibujos su tez se marca con tonos níveos. Su rostro es el de una bestia casi deforme, con una descomunal mandíbula donde sus afilados colmillos tienen siempre un papel protagonista. También se la representa con dos cuernos en la frente, retorcidos hacia abajo, y una melena de león en ocasiones trenzada por varios lugares. En la representación de su cuerpo completo sus cuatro extremidades poseen poderosas garras en forma de gancho, y suele presentar unos exagerados atributos femeninos, probablemente una referencia a su papel de madre. Cuando sus chamanes la representan de manera sencilla realizan un pequeño bosquejo de sus colmillos y sus cuernos con ángulos rectos, formando una peculiar letra.

La Mantícora Albar es caótica maligna y sus rasgos más característicos son la furia salvaje, el frío gélido, la tiranía y la muerte. Sus poderes abarcan los dominios de lo salvaje y la muerte, y su arma predilecta es el mangual, cuyos adoradores refuerzan con punzones afilados y curvos en representación de las púas que decoran la cola de su deidad. Su símbolo es un rostro de mantícora mostrando una enorme mandíbula con grandes colmillos. Es también conocida por los títulos de la Devoradora de Personas y Ia Tirana Blanca. Buena parte de sus sacerdotes son clérigos o chamanes, y sus paladines suelen ejercer como señores de la guerra en culturas menos avanzadas o ubicadas en regiones remotas. Entre los druidas también se pueden encontrar adoradores de la Mantícora Albar, especialmente allí donde la naturaleza se ha vuelto salvaje o corrupta. Sus siervos más comunes son los hezrou, así como unos pocos nálfeshnee que se sienten identificados con la diosa. 

Festividades y celebraciones

La Noche del Renacer.

Durante los últimos días del verano, en una noche escogida por los chamanes o druidas, tiene lugar esta violenta festividad entre los pueblos seguidores de la Mantícora Albar. A partir del mediodía, los jóvenes y todos aquellos que tengan una petición particular para la diosa, excavan grandes agujeros allí donde se encuentran los campos de cultivo. Estos agujeros en la tierra deben excavarse con las propias manos o utilizando herramientas hechas únicamente de elementos de la naturaleza, como ramas o rocas. Los grupos sociales, como las familias o las hermandades religiosas, pueden compartir un mismo agujero para unir simbólicamente su destino. Una vez cae la noche nadie puede continuar cavando. En su lugar, abrigados por la oscuridad, Ios excavadores tienen hasta que el primer rayo de sol golpee su agujero para cazar o asesinar a todas las criaturas no afines a la diosa que encuentren y arrojar sus cadáveres a su agujero, donde sus restos otorgarán un cultivo abundante, así como las bendiciones de la diosa. Cuanto más peligrosa sea la presa asesinada, más gloria y reconocimiento se recibe, y muchos de los guerreros aprovechan para hacer auténticas batidas contra pueblos y ciudades cercanas donde asesinar sin piedad.

La Redención Blanca.

Más que una celebración, se trata de un rito religioso para solicitar el perdón de la diosa, normalmente expresado en forma de algún desastre natural como una sequía o unas inundaciones. Buscando aplacar su ira, los fieles capturan a un "emisario de una deidad enemiga', normalmente un clérigo o un paladín de cierto renombre en la región, y pasan varios días alimentándolo únicamente con hojas venenosas y alcohol, hasta que logran quebrar su voluntad. Entonces uno de los sacerdotes, como parte de una extensa ceremonia y ante la mirada de todos los fieles, despedaza al emisario en forma de ofrenda, tratando de mantenerle el máximo tiempo posible con vida para regocijo de la diosa.