Prácticos y vitales, los elfos Banjora abrazaron la soledad tras la marcha de los Peregrinos como una oportunidad para conocer el mundo de Voldor. Emigraron a lugares tan inhóspitos como bellos y los convirtieron en su hogar. Aunque son mucho más accesibles que los elfos Bastarre, los Banjora siguen resultando distantes y demasiado tradicionales para las otras razas.
- Nombres de mujer: Ankisa, Firlath, Raikssian.
- Nombres de varón: Almar, Kelmatesh, Jaqssian.
Banjora de Shabana
Los elfos Banjora de Vindusan son los descendientes de renegados que, en el ocaso del gobierno de los Peregrinos, abandonaron Vajra buscando una nueva vida en libertad bajo el sol. Fueron liderados en su periplo por el general Farlessian, traidor a los Bastarre, y tras un lustro de vagar por los Baldíos se instalaron en la laguna Minmara. Ahí construyeron sobre el agua la hermosa Vindusan, una ciudad que han defendido durante más de 600 años ante los ataques de conquistadores, maldiciones, plagas, gnolls y los vengativos Bastarre. Los Banjora se han convertido en la principal potencia de Shabana gracias a sus alianzas con los centauros de Sananda y los fórmigos. Aunque Farlessian falleció hace medio milenio, su dinastía le sobrevivió gracias a su hijo Draknessian, quién ejerció como líder supremo de su gente hasta su muerte hace un lustro. A día de hoy Vindusan es gobernada por el joven nieto de Farlessian, Varcassian, quien, con su debilidad e inexperiencia, parece estar conduciendo a su gente a un nuevo cisma.
Vindusan se encuentra en la zona noroeste de la laguna Minmara, tanto sobre ella como en la costa. La ciudad es una de las más bellas y hermosas de todo Voldor, una urbe que nunca duerme y que da vida a una región árida y peligrosa. Por todo el mundo se habla de maravillas como el Templo del Halcón, los zocos y los acueductos vindusinos. Los Banjora decidieron habitar en el árido desierto, asfixiados por un calor abrasador, lejos de grandes superficies de agua dulce, en una tierra asolada por el sol, furiosas tormentas de arena y ahíta de monstruos, bandidos y bestias salvajes. Y allí prosperaron. Su laguna es una maravilla de la naturaleza, rodeada de árboles amarillos, insólitos animales y llena de valiosa sal. Pero la vida en un entorno salino como este, bajo la constante luz de Avor, no es cómoda ni fácil; obligando a muchos Banjora a realizar sus actividades por la noche, cuando la temperatura baja, y a desarrollar una agricultura capaz de soportar el ambiente extremo de Vindusan.
Debido a su historia, pasado y hábitat, los Banjora tienen una personalidad muy distinta a las del resto de elfos. Son ferozmente independientes, pues nada hay más valioso que la libertad, y tienen un fortísimo sentido de la comunidad. Se sienten orgullosos de lo que supone ser vindusino, del legado de sus ancestros y de la bendición que los dioses lanzan sobre ellos. Es importante remarcar la importancia de la religión y los rituales en el espíritu vindusino. Así mismo, tienen un marcado carácter marcial, pues su duro entorno les ha enseñado que no hay civiles en la guerra por la supervivencia que libran contra el desierto. Son de risa fácil, cólera volátil y pueden llegar a ser frívolos por sus excesivas ganas de vivir y disfrutar de los placeres de la vida.
Una gran parte de los elfos Banjora pertenecen a una de las Cien Casas que conforman la sociedad vindusina. Allí no solo están los Banjora de la ciudad, sino que también están presentes los representantes de las casas que habitan el desierto. Actualmente hay setenta y siete casas afincadas en Vindusan, y veintitrés que viven en el desierto. Esto genera muchas tensiones, porque según pasan los años la identidad y cultura de los Banjora del desierto difiere más y más respecto a la de los urbanitas. Para los elfos Banjora la casa es una enorme familia, la cual le proporciona cierta solidaridad, educación, protección legal y les permite organizar sus ejércitos.
Estas Cien Casas obedecen (teóricamente) al líder supremo Varcassian, un joven e inexperto elfo que debe mediar entre los suyos al tiempo que atiende los numerosos rituales diarios de la cultura de Vindusan. En realidad, el gobierno vindusino es débil y solo se preocupa de coordinar la defensa del reino, la atención al culto y el control de la sal. La mayor parte de las funciones de gobierno, como la seguridad o los servicios de espionaje, están en manos de las Cien Casas, que tratan de gobernar un pueblo muy comprometido con la ciudad pero poco acostumbrado a recibir órdenes.
Las Cien Casas, por su parte, se gobiernan a sí mismas de una manera bastante laxa, que permite a cada miembro tener una vida casi independiente. Solo en cuestiones realmente importantes actúan los líderes sobre sus miembros, como en la amenaza de una guerra o un asesinato en el seno de la familia noble. Los jefes que abusan de su autoridad suelen ser retados por sus parientes. Cuando esto sucede, la jefatura se disputa con una prueba escogida por el retado, y, en los casos más graves, por el propio líder supremo. En este último caso es frecuente que el señor de la casa se retire, humillado, para luego ausentarse una temporada al desierto para vivir como un ermitaño.
La educación tradicional banjora suele estar dedicada a enseñar a los niños el manejo de las armas tradicionales de su pueblo y otras lecciones de supervivencia. El objetivo es que todos los elfos puedan protegerse de las amenazas del desierto y servir en los ejércitos de las casas cuando sea la hora de defender Vindusan. Los Banjora están muy orgullosos de estas habilidades, y no son raras las competiciones marciales, de resistencia a los elementos o de supervivencia en el desierto. La magia también es importantísima en la cultura banjora, pues se considera un regalo de Elethae, lo mismo que los halcones, símbolos de Vindusan por su poder y libertad.
La religión solar es un aspecto esencial de la cultura vindusina, siendo una cuestión de estado. El culto religioso a la tríada élfica tiene como fin asegurar la armonía, seguridad y paz de la sociedad de Vindusan. Esta tríada, compuesta por los aspectos élficos de Ahuraz (Elethae), Praxis y Eurana, protege Voldor de Ahzek, pero solo mientras reciban la debida adoración.
Mediante los ritos realizados por los sacerdotes no solo se interpreta la voluntad divina, sino que se aplaca en caso de que las deidades estén contrariadas. Realizan ofrendas, libaciones, sacrificios de ganado y demostraciones deportivas sagradas para alejar la Tiniebla Atroz, agradar a Elethae y asegurar que su luz ilumine por siempre Vindusan. Los eclipses son vistos con terror, y aunque los elfos entienden la naturaleza de estos fenómenos astronómicos, según sus creencias estos perturban la magia esencial de Voldor y a los muertos. Cuando hay un eclipse los Banjora salen a las calles en procesión hacia el Templo del Halcón Sol mientras cantan para atraer de vuelta a Avor.
Los Banjora suelen acudir a los sacerdotes para entrar en comunión con la Tríada. También forman parte del culto las meditaciones, ordalías sagradas y ofrendas de grano, vino y animales en fechas señaladas. Las supersticiones de los elfos Banjora son muchas, siendo la más importante la costumbre de leer el futuro en las sombras por parte de sacerdotes antes de cualquier evento o acción importante. Por toda Vindusan hay templos solares donde, a cambio de unas pocas monedas, oráculos (llamados «lectores de sombras») tratarán de leer la voluntad de Elethae y averiguar cuál es la mejor forma de obtener su favor o si la deidad bendecirá un proyecto de futuro. Según la tradición vindusina, el mejor día para realizar la lectura de las sombras es el solsticio de verano, cuando el mundo es bendecido con el hermoso fulgor de Avor de forma especial.
El líder supremo es el más importante representante de Elethae, por lo que dedica gran parte de sus horas a largos rituales de interpretación de sombras para averiguar qué dirección debe de tomar Vindusan.
Físicamente, los elfos Banjora son altos, con cuerpos estilizados y fibrosos. Tienen el pelo oscuro, que suelen llevar largo y embellecido con cuentas, amuletos y aceite. Decoran sus pieles con tatuajes, pinturas de vivos colores y escarificaciones; generalmente con motivos solares, geométricos o relacionados con la naturaleza. Un motivo recurrente son los halcones, aves reverenciadas por los Banjora, y el escudo de Vindusan: un halcón con las alas extendidas mirando al frente y con el sol sobre su testa. Visten túnicas, capas y velos teñidos de azul, blanco y verde cuyos tintes se mezclan con la piel del portador e inhiben la sudoración. Tanto mujeres como hombres suelen emplear maquillaje y lucir joyas de fabricación enana, fórmiga y menkarre.
Banjora de Sananda
Los elfos Banjora llevan en las llanuras de Sananda relativamente poco tiempo para el cómputo élfico: solo unos pocos cientos de años. Se trata de parte de la casa Juq’an, enviada por el líder supremo a las tierras del sur para estrechar lazos y acuerdos con los fórmigos y centauros de Sananda. El jefe de la casa aceptó la «sugerencia» con estoicismo, y el traslado se realizó con presteza y eficacia, manteniendo las formas, sin llamar la atención. Pero no todos dentro de la delegación vieron este nuevo destino con buenos ojos, llegando a considerarlo un castigo por el gran número de menkarre (elfos pálidos intolerantes a la luz solar) nacidos en el seno de su casa, hasta tal punto que se la conoce como la Casa del Infortunio. Con este gesto, los llamados «desafortunados» serían alejados de Vindusan y la casa Juq’an contribuiría honorablemente a los intereses de la ciudad.
El viaje no estaba exento de complicaciones. Para empezar, muchos de estos elfos menkarre, intolerantes al abrazo de Avor, enloquecieron al verse obligados a viajar a la luz del día por las tierras desérticas y, más tarde, por las extensas llanuras de Sananda. La portavoz de los desafortunados, conocida como Mereen la Conciliadora, consiguió apaciguar su dolencia con parihuelas cubiertas por tupidas telas hasta llegar a su destino, una pequeña región boscosa donde se establecería la ciudad de Antares. Así quedaron apartados de la sociedad vindusina, apenas manteniendo relación con el jefe de la casa Juq’an.
Más tarde, su primer contacto con los habitantes de las llanuras estuvo al borde de desembocar en un enfrentamiento armado, ya que los alunos los tomaron por invasores. Los domadores de caballos se habían establecido en los alrededores de la futura Antares siguiendo a un uati, por lo que, al llegar los Banjora, se prepararon para defender la tierra a la que las aves sagradas los habían llevado. Solo la intervención de un clan de centauros que había acudido a recibir a los elfos evitó el inicio de la confrontación, y aún a día de hoy alunos y Banjora son difíciles de conciliar.
Una vez establecidos en Antares, los menkarre fueron destinados al interior de las Estancias Sombrías, una serie de edificios de madera con las ventanas y puertas cubiertas por oscuras y pesadas telas, donde los pálidos elfos se dedican a la confección textil, a la tintorería, a la lectura de sombras y a la elaboración de conservas con los frutos de los árboles frutales que pueblan la ciudad. Algunos de ellos son capaces de salir abiertamente a la luz del sol, siempre cobijando sus cuerpos con pesados ropajes que los cubren por completo y ocultando su rostro con máscaras de plata o cerámica que representan hieráticos rasgos élficos. Sin estas protecciones, su piel se quemaría como abrasada por el fuego, por lo que es común que porten tarros con barro curativo con el que revestirse en caso de exposición accidental.
Los Banjora residentes en Sananda mantienen comunicaciones esporádicas con Vindusan, sobre todo por palomas mensajeras y, en raras ocasiones, por mensajeros enviados desde la ciudad. Como en todas las casas de Vindusan, a pesar de estar a las órdenes del líder supremo, se les da libertad a los miembros para dirigir sus vidas. Sin embargo, dadas las circunstancias, han establecido un autogobierno en el que los elfos acatan las decisiones de la portavoz Mereen. Esta mantiene un débil orden en la delegación, apoyándose en el sentido de comunidad que han desarrollado durante su corta estancia en las llanuras. Si bien abiertamente nadie cuestiona las órdenes de la portavoz, su hermano Landuan, aconsejado por una recién llegada de Vindusan llamada Minduriel, está empezando a menoscabar su liderazgo de manera soterrada, recordando en cada ocasión pertinente que su estancia en Sananda no es más que un castigo y culpando así a la pequeña comunidad de elfos menkarre que habita en las Estancias Sombrías.
También tienen tratos con fórmigos y centauros, con los que a menudo celebran los solsticios en Oredanes. Con los alunos han forjado relaciones cordiales gracias a la intervención de los luanos, su pueblo hermano, pero en sus contadas reuniones o parlamentos se respira una tensa calma que parece presagiar una tormenta. Su principal cometido es colaborar en la defensa de las llanuras frente a trasgos y saurios, así como prevenir cualquier peligro hacia la ciudad que se acerque desde el sur. Dada su proximidad con las Quebradas del Ojo, tienen numerosos encuentros con los trasgos y cíclopes que allí habitan. Asimismo, se han propuesto averiguar de dónde provienen los misteriosos vajresht tras algunos desagradables encuentros con pequeñas manadas de estos depredadores.
Los Banjora de esta casa tienen un fuerte sentido de comunidad, ya que es la única en la región, y establecen fuertes vínculos que impiden que nadie ajeno a ella pueda iniciar ningún tipo de acercamiento. Esto no quiere decir que sea una comunidad hermética, sino que sus intrincadas y complejas relaciones son del todo incomprensibles para las demás razas.