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Hay que mencionar que entre los Banjora de Vindusan encontramos a los «menkarre» (desafortunados), un grupo marginal que sufre una extraña condición de origen desconocido. Los menkarre son Banjora de piel pálida y ojos y pelo claro que son incapaces de vivir bajo el sol. Muchos sufren daño físico y ataques de locura si se encuentran bajo cielo abierto, por lo que sus barrios se encuentran bajo tierra. Los menkarre nacen ocasionalmente en el seno de las Cien Casas de Vindusan, quienes suelen enviarlos a vivir con otros de su condición en los barrios fórmigos (salvo en el caso de los Banjora del desierto, que los matan nada más nacer). Ahí aprenden oficios como la orfebrería, metalistería, la lectura de sombras y tintorería, por lo que son muy apreciados por sus congéneres. Aunque los menkarre son aceptados como miembros de pleno derecho de su sociedad, es cierto que muchos Banjora los ven como una aberración al orden natural y su nacimiento es considerado un mal augurio y una muestra del enfado de los dioses.

Los menkarre capaces de vivir a cielo abierto suelen pasear por Vindusan totalmente cubiertos, con sus rostros ocultos tras máscaras de plata y cerámica que representan rasgos élficos idealizados. Deben proteger su piel de la luz de Avor, que la abrasa como el fuego, por lo que, además de cubrirla, es frecuente que los menkarre porten tarros con barro fresco con el que recubrirse el cuerpo en caso de necesidad.

Aunque suelen adorar a la Tríada como el resto de los Banjora, consideran que Elethae les bendice con la luz de las lunas y se especializan en leer las sombras que estas proyectan. Algunos menkarre adoran al oscuro Ahzek en secreto, pues creen que Elethae les ha abandonado para siempre y deben buscar consuelo en los brazos del adversario. De momento es una práctica marginal, casi una creencia personal, y solo algunos adoradores están empezando a reunirse en busca de una mejor comunión con su dios.