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La capital de los mida está en Nakuro, a los pies de las tres montañas sagradas a las que llaman Govun Joga («Tres Hermanas », en la lengua de los mida). Esta urbe, la mayor de todo el continente, es un prodigio tecnológico, fiel reflejo de su civilización. Los edificios se enroscan alrededor de los troncos milenarios de los jangalas (tipo de árbol muy abundante en Zefiria y Saurania, de tronco robusto y altura descomunal). Una parte de la ciudad se encuentra en el interior de la falda de la montaña central del Govun Joga, que llaman Kasanka («Templo de Piedra»), e incluye el palacio imperial y el Govun Musa («Gran Templo de la Ciencia»), donde los mida guardan las más poderosas reliquias de los Peregrinos, entre las que se encuentran unas pocas docenas de rifles de xion.

Nakuro es la capital del Imperio Mida, la joya de la civilización de Voldor. Su peculiar mezcla de edificios en el suelo y en los árboles ha evolucionado a lo largo de los años para acoger a cualquier persona, sea cual sea su raza: salvo en el casco histórico de la ciudad, es fácil encontrar pavimentos preparados para centauros, sillas adecuadas para razas pequeñas, etcétera. En definitiva, todo tiene una pátina de civilización y cordialidad, perfecto reflejo de lo que los mida prodigan al resto de civilizaciones de Voldor.

El mercado de Nakuro está a la altura de la ciudad: es un enorme conglomerado de tiendas, entre puestos que llevan allí desde que se fundó la ciudad y los siempre cambiantes puestos itinerantes. La guardia de la ciudad, con sus cotas de malla que refulgen cada vez que un rayo de rol atraviesa los frondosos árboles, se asegura de que nadie perturbe la paz del lugar. Los mida pueden ser un pueblo civilizado, pero justamente por ello son duros con aquellos que quebrantan la ley. Pero muchos viajeros visitan Nakuro sin saber que hay un mercado dentro del mercado. En lo más antiguo de la ciudad existe una calle que conduce a una pequeña plaza circular en cuyo centro se erige uno de los árboles más antiguos. Toda esta parte del mercado, desde la calle hasta la plaza e incluso las ramas del árbol, forma el Mercado de las Especias.

El Mercado de las Especias nació justamente como eso, una pequeña serie de puestos ambulantes que traían pequeñas pero sabrosas mercancías con las que satisfacer el refinado paladar de los hombres mono. Sin embargo, con el paso del tiempo el enfoque se fue difuminando y acabó por convertirse en lo que es hoy: un lugar donde comprar rarezas, esa clase de productos tan valiosos que requieren un gran pago en sal. Dado el valor de las mercancías, el Mercado de las Especias cuenta con su propia guardia al margen de la de la ciudad: un grupo e cuatro centauros encabezados por Rushka, una soldado veterana que ha cambiado una vida errante por la comodidad de la ciudad. Rushka en persona suele pasearse por el mercado y conoce a todos los mercaderes y a los principales clientes por su nombre. Para ser una centauro, se mueve con gracilidad por la zona gracias a que la conoce muy bien. Caras nuevas, sobre todo si no son mida, atraen inmediatamente su atención.