A algo más de doscientas millas al este de la costa azurita se encuentra una cordillera submarina de origen volcánico, fruto de las transformaciones en el suelo marino por parte de los Peregrinos en tiempos remotos. Se trata de una región donde es muy peligroso navegar y que está constantemente sufriendo movimientos tectónicos que provocan fumarolas venenosas, agresivas mareas e incluso movimientos terrestres. La mayoría de marineros evitan la región y solamente se sumergen en ella los más valientes exploradores e investigadores, que ansían descubrir su legado submarino, o los piratas que tratan de ocultarse de sus enemigos. Se rumorea que aquellos que pasan mucho tiempo en sus aguas no vuelven o, si vuelven, lo hacen desconcertados y sin ningún recuerdo de lo ocurrido allí.
Cerca de los restos de este archipiélago submarino todavía se encuentran pequeñas islas, especialmente en la zona del levante, aunque se encuentran casi despobladas. Es posible viajar hasta ellas rodeando el Archipiélago Hundido, aunque una vez allí es fácil quedar aislado por las tormentas y los ciclones. Nadie viaja más allá de estas islas, pues las tormentas y mareas perpetuas hunden hasta los más pesados barcos antes de que logren llegar a tierra.