En el cruce entre el camino de Mediopaso y el de Eskeftes y Bosquespino se encuentra el asentamiento de los Renegados, conocido como Campamento Espira, uno de los mayores campamentos de bandidos de toda Sananda. No es fácil de encontrar, ya que se permanece oculto mágicamente por una ilusión de los Peregrinos. Su poder emana de un artefacto situado en el centro del asentamiento: una gran columna helicoidal metálica con caracteres rúnicos forjados a lo largo de la estructura que los Renegados encontraron mientras vagaban huyendo de la justicia. A la cabeza de este grupo se encontraba Khurhu, una poderosa gnoll norteña que ostentaba el poder del rayo y la vida eterna gracias a su pasado en la Hueste Tormentosa. En la espira de la base, la gnoll encontró un acceso subterráneo a una necrópolis. Para alimentar a los suyos, famélicos a causa de la escasezde caza, Khurhu echó en un caldero los restos de los cadáveres encontrados, y desde entonces sigue alimentando así a su cada vez más numerosa banda, cocinando una ligera  y nutritiva sopa de color grisáceo a la que los centauros del asentamiento llaman prion, «sustento» en quirón. Además, ha conseguido destilar un licor fermentando esta sopa al que ha bautizado como «risa líquida». Esta sustancia otorga una gran confianza en uno mismo, un desquiciante buen humor y un completo desinterés por la seguridad personal, lo que convierte a los Renegados en unos suicidas sin ningún miedo.

La energía negativa que mana de la columna evita que los animales se acerquen siquiera. Hasta el más valeroso aventurero debe armarse de valor, primero para encontrar la zona y después para penetrar en el asentamiento. Pero, una vez lo logre, bien por haber consumido risa líquida o por pura suerte, será aceptado como habitante de pleno derecho del Campamento Espira. Khurhu ha repartido varios talismanes entre contrabandistas, ladrones y otros miembros del hampa de las ciudades de Sananda para que puedan encontrar el campamento y comerciar con todo tipo de mercancías robadas.

En el campamento todo el mundo va a lo suyo, no parece haber ningún tipo de ley. Hay todo tipo de tiendas de campaña, chabolas y cabañas rodeando la columna metálica. Por todas partes pueden encontrarse tenderetes y tiendas de todo tipo, donde adquirir prácticamente cualquier mercancía, en ocasiones aún manchada con la sangre de sus antiguos propietarios. Hay pocos edificios de piedra en Campamento Espira. Uno es una posada sin ningún tipo de enseña o efigie, regentada por una familia de medianos ribereños mal encarados que responden al nombre de Tronchamatas. Hacen licor de arroz, y su estofado, pese a tener buen olor, tiene una ligera tonalidad grisácea, como todos los alimentos que se consumen en el asentamiento. Otro de los edificios es una iglesia de Vorágine, un edificio pequeño con una sola puerta y sin ventanas de ningún tipo, lo que crea un ambiente oscuro, casi claustrofóbico. El párroco, un fórmigo llamado Gemlli, predica el caos entre sus feligreses como método para encontrar la paz, pero cualquiera con algunos conocimientos religiosos sabe que los preceptos de Vorágine en esencia son los mismos que los de Ahzek. Una pequeña forja de piedra frente a una recia cabaña es el hogar de otro de los habitantes más reconocibles del Campamento Espira, un centauro eskefte llamado Makreidan, cuya mayor obsesión es probar la letalidad de las armas que forja. Para ello, idea todo tipo de salvajes pruebas contra maniquíes de caña, tocones de madera y otros materiales. La sádica sonrisa que se dibuja en su rostro cuando los filos de sus hojas permanecen incólumes tras estas pruebas es turbadora.

El último de los edificios de piedra no lo es como tal, ya que es la base de la columna, que tiene unos enormes portones que dan acceso a la necrópolis subterránea, el hogar de Khurhu, que tiene sellado su acceso a todo aquel que no posea unos talismanes especiales. La columna también es el templo de Hilas, dios del libre albedrío del que Khurhu se ha autoproclamado avatar. Esta deidad no tiene más preceptos que el de hacer lo que uno quiera y jamás avergonzarse de sus necesidades, por lo que no admite rezos, ofrendas ni feligreses.

Khurhu tiene una pequeña manada de hienas que está intentando cruzar con saetas de Sananda, hasta la fecha sin demasiado éxito. Esta manada es venerada como animales sagrados, por lo que van allá donde les plazca y toman cualquier cosa que se les antoje. Suelen merodear alrededor de la columna y dormir frente a las puertas de la necrópolis, pero es posible encontrarlas en cualquier parte del asentamiento.

La voluntad de Khurhu es lo más parecido a la ley en el Campamento Espira. Nadie osa contradecir sus deseos, ya que tiene una manera expeditiva de mostrar su desagrado y sin necesidad de guardia ni milicia: cuando se forma una reyerta, se corta de raíz a base de certeros relámpagos lanzados desde la columna hacia los alborotadores, calcinándolos y sirviendo de pasto para las hienas.