Edad Antigua
Antes de la llegada de los Peregrinos, en los tiempos antiguos, la región de Sananda estaba cubierta por un bosque primigenio excepto en aquellos lugares en los que las cadenas montañosas rompían el inmenso mar verde. Se dice que tan vasto era este bosque que se podía caminar desde el mar interior de Oculta hasta las costas de Mármeron bajo la sombra de los árboles. Este era el hogar de muchos dragones, sobre todo dragones verdes y de cobre, que, sin otro enemigo, competían por el dominio de estos territorios. La vegetación se alimentaba de las intensas temporadas de lluvias, que podían durar meses y que terminaban en veranos cálidos e inviernos suaves, con grandes tormentas en otoño, convirtiendo Sananda en un vergel de vida que acabó cuando los Peregrinos comenzaron a explotar sus recursos. Al menos así es como se recuerda en las leyendas y en la memoria de los casi extintos dragones que sobrevivieron.
El albor de los Peregrinos (0-975)
Cuando comenzaron la remodelación de Voldor, los Peregrinos centraron su mirada en otras regiones mucho más atentamente que en Sananda. Más interés tenían en las regiones volcánicas de Hirior, de donde pretendían sacar materiales y aprovechar la energía proveniente del magma de su interior. Así, se dispusieron a crear túneles para transportar estos recursos bajo las tierras de Sananda. La raza de las estrellas puso a trabajar a sus esclavos fórmigos en los túneles de Vajra que conectarían Hirior con el mar interior de Oculta. Para transportar los recursos sería necesaria la intervención de una maquinaria titánica, así que se construyó en el año 113 una Torre de Fulgor que alimentase estas creaciones. Los esclavos fórmigos trabajaron durante siglos para construir los túneles, miles de vidas perdidas para contentar a unos amos impasibles.
Entre los pocos Peregrinos implicados en los trabajos en Sananda destacó uno en particular al que sus esclavos conocían con el nombre de Mornafel. Sus experimentos eran demasiado caprichosos, tanto que parecían ir en contra de los intereses de sus congéneres. Esto llevó a que buscase un lugar donde llevarlos a cabo sin tener que dar explicaciones. Con el trabajo de los diestros enanos, construyó la ciudad de Kilion Thar, que quedó acabada en el año 315. Entonces expulsó a los enanos de allí y trajo a cientos de medianos, mucho más prácticos para desempeñar los trabajos que tenía en mente y por los que sentía cierta predilección, prefiriendo su compañía a la de cualquier otro ser.
Durante siglos continuaron los trabajos en la región, cubriendo cientos de millas subterráneas, hasta que, ayudadas por los dragones, algunas razas esclavas se alzaron en armas en lo que se conoce como la Rebelión de los Olvidados. Aprovechando el aislamiento al que estaba sometida Sananda, los rebelados atacaron las vías de suministros que nutrían los trabajos para conectar Hirior mientras su aliada, la dragona de cobre Cytrawsealanthar, atacaba la ciudad de Kilion Thar, destruyendo siglos de experimentos y a cientos de esclavos medianos en el proceso.
Resuelto a encontrar y eliminar a los responsables, Mornafel comenzó a experimentar con demonios y otras atrocidades, dando lugar a principios del noveno siglo del albor de los Peregrinos a los vajresht, guardianes de los pasos subterráneos de Vajra y perros de caza de los Peregrinos. Pero para cuando consiguieron eliminar a la mayoría de olvidados, la tercera y última Gran Migración ya había ocurrido.
El cénit de los Peregrinos (976-3106)
Obligado por sus semejantes a prestar ayuda en el gran ritual que cambiaría la faz de Voldor, Mornafel se aseguró de proteger las más importantes obras de los Peregrinos en Sananda, como la Sala de la Mutación, la ciudad de Kilion Thar o la Torre de Fulgor. No fue así con todo lo demás: miles de esclavos murieron aplastados a tenor de los movimientos sísmicos que hundieron montañas enteras, atrapándolos en los interminables túneles que habían abierto con sudor y sangre. Muchos de los dragones que habitaban los picos montañosos sufrieron el mismo destino, arrastrados a las profundidades junto con sus huevos. Esta es la razón principal del odio que los dragones supervivientes de la zona profesan hacia los Peregrinos, así como el motivo por el que Sananda, a pesar de ser conocida como la Llanura Interminable, se encuentre sembrada de simas que se pierden en la oscuridad, llegando algunas hasta el mismísimo Vajra y donde se pueden encontrar desde tesoros increíbles a esqueletos de los antiguos dragones.
Ante el inmenso poder de los Peregrinos, aquellos que se les oponían comenzaron a utilizar como armas el secretismo, la traición y los cuchillos. Alentando las ansias de libertad de los millones de esclavos, orquestaron revueltas en los hormigueros, tendieron trampas a las caravanas que traían comida para generalizar el malestar y asesinaron a capataces y carceleros. Así fue como, durante siglos, los trabajos de construcción de los túneles que unirían Sananda con Shabana y con la futura Saurania avanzaron lentamente.
Precisamente estas demoras hicieron que se destinasen miles de esclavos humanos a trabajar en los túneles. Ninguno sobreviviría a las crueles condiciones de trabajo, sobre todo cuando un grupo de dragones quemó los campos de cultivo de Shabana siglos después. Millones de esclavos murieron en la gran hambruna que sobrevino, pues se dio prioridad a unas razas frente a otras por su valor percibido. En Sananda, aunque sufrieron también los efectos del hambre, los fórmigos se llevaron la mejor parte al ser necesarios para construir los nuevos graneros, pensados para prevenir una situación similar. Sin embargo, los bosques primigenios de Sananda dificultaban la tarea y ofrecían refugio a los insurgentes, por lo que los Peregrinos crearon la raza de los cíclopes, a quienes encargaron su deforestación para hacer sitio a los nuevos campos de cultivo.
El ocaso de los Peregrinos (3106-3975)
Los experimentos y maquinaciones de los Peregrinos estaban alterando el orden natural del continente, como se había hecho patente en la desertización de Shabana o en la deforestación de Sananda. En un intento por estabilizar lo que habían roto, transportaron desde otro plano hasta Voldor una porción de bosque primordial mediante un ritual alimentado por la energía de la Torre de Fulgor de Sananda. Este pequeño oasis, que se conocería como la Fronda de Centauria, quedó fijado al plano voldoriano por árboles artificiales alimentados con la energía negativa de la Torre. La intención de los Peregrinos era repoblar la región tras cientos de años de tala indiscriminada y de desertización.
Sin embargo, lo que los Peregrinos no pudieron prever fue que los moradores de ese bosque también serían arrastrados junto con su hogar. Miles de fatas y espíritus de la naturaleza se encontraron atrapados en Voldor, convirtiéndose en poco tiempo en enemigos declarados de la raza de las estrellas. Entre ellos, la mayor amenaza era una procesión de espíritus depredadores conocida como la Gran Hueste Tormentosa. Estos espíritus, a diferencia de las demás fatas, abandonaron los bosques para recorrer las extensas llanuras, dando caza a todo ser vivo con el que se encontrasen. Sus avistamientos, aunque escasos, continúan acompañados de una gran tormenta que siembra destrucción y muerte a su paso y a la cual pocos pueden hacer frente.
Las primeras víctimas de la Gran Hueste Tormentosa fueron los cíclopes. Tras el cambio climático y la desaparición de los bosques de Sananda, muchos escaparon a las zonas salvajes. A los que se quedaron, los Peregrinos les encomendaron otras tareas, entre las que destacó el transporte de materiales y el uso de su fuerza bruta para acabar con las continuas rebeliones de esclavos. Fueron ellos los encargados de transportar los árboles artificiales con los que se llevaría cabo el ritual que trajo la Fronda de Centauria a Voldor. Cuando la Gran Hueste Tormentosa salió del bosque, cargó contra los cíclopes reunidos allí, llevándolos al borde de la extinción.
La precaria situación en todo el continente tras sus infructuosos intentos de estabilización hizo que los Peregrinos abandonasen Voldor. Mornafel, con la intención de llevarse sus experimentos consigo, lo intentó en solitario en el año 3713 mediante el sacrificio de cientos de esclavos fórmigos del hormiguero de Miilvemax, absorbidos por el portal planar. Sin embargo, la dragona Cytrawsealanthar conocía el plan del Peregrino, pues poseía la lealtad de muchos de esos esclavos y trabajaban en secreto para ella. La batalla que se libró entonces en la antigua ciudad fórmiga acabó cuando las energías del portal se desestabilizaron y explotaron, destruyendo la urbe junto a la mayoría de sus habitantes. Algunos de los fórmigos supervivientes, afectados por estas energías mágicas, se convertirían más tarde en las sanguinarias criaturas conocidas como ankhegs y se esparcirían por las llanuras de Sananda.
Cytrawsealanthar y Mornafel acabaron gravemente heridos en el enfrentamiento. La dragona se escondió en su cubil durante cerca de cuatrocientos años, durmiendo mientras sus heridas se curaban. El Peregrino, con su poder mermado y su salud lisiada, buscó a sus semejantes en busca de ayuda, pero estos lo despreciaron debido a sus caprichosos experimentos, por lo que comenzó una búsqueda en solitario para recuperar su antiguo ser, sin importarle si debía devastar el mundo en el proceso. Poco más tarde, los Peregrinos se marcharon de Voldor, dejando a Mornafel y a los demás remedos a su suerte.
La era de las nuevas civilizaciones (3975-4673)
Tras el Gran Éxodo de los Peregrinos, los esclavos, sin más dueño que ellos mismos, se dispersaron a los cuatro vientos para encontrar un nuevo hogar. Como es sabido, no todos ellos siguieron un mismo patrón, y sus caminos hacia la libertad han venido acompañados de conflictos y desavenencias de toda índole. Así, apenas comenzado el cuarto milenio, las huestes de Saurania invadieron las llanuras de Sananda, destruyendo y saqueando las ciudades y hormigueros que encontraron en su camino hacia Shabana. Los fórmigos de esta región, cuyas dotes guerreras no habían sido puestas realmente a prueba en toda su historia, fueron superados por la fiereza de los saurios: los masacraron por miles. Los que sobrevivieron huyeron al norte, bajo la protección de sus primos lejanos.
Solo mediante la unión de fuerzas con los elfos Banjora, los centauros y los fórmigos de Shabana se consiguió expulsar a los invasores, que volvieron derrotados a sus selvas. Los fórmigos supervivientes se encargaron de reconstruir y fortificar los asentamientos de Sananda, dando lugar a las actuales ciudades de Aluiia, Biixemein, Ikrii y Miirmex. Sin embargo, la amenaza de los saurios siguió presente, cambiando la forma de pensar de los fórmigos, quienes rehicieron sus sociedades otorgando una importancia capital a las cuestiones marciales. Se forjó entonces una alianza entre los distintos hormigueros para prestarse ayuda mutua contra aquellos peligros que los amenazaran, además de otras cuestiones logísticas. Así, a la hora de repartir alimento, el hormiguero de Aluiia recibía una ración mayor, pues se erigió como primera línea de defensa ante los saurios.
Por su lado, los centauros, sin las órdenes de sus amos y sin un odio real hacia las fatas, no tardaron en pactar la paz, entablando con el paso de los años auténticos vínculos que determinarían en gran medida su modo de vida. Tras la invasión de los saurios, además, se organizaron en los clanes que aún recorren las llanuras. Sin embargo, su cultura gregaria siempre ha hecho que, a pesar de sus instintos nómadas, todos tengan un fuerte sentido de grupo. Por ello erigieron la ciudad de Oredanes, donde se reúnen desde hace siglos para debatir, ponerse al corriente de las noticias o simplemente festejar. Los centauros son criaturas pacientes y comedidas, así que fue una suerte que fueran los primeros en encontrarse con la tribu humana de los alunos.
Casi treinta años tras la invasión de los saurios, la tribu nómada de los alunos llegó a Sananda desde Shabana, separándose de sus hermanos humanos. Aliados leales y enemigos temibles, pactaron con los centauros y fórmigos que ya habitaban Sananda. Los conducía Danau, el primer líder de los alunos y el primer mortal que logró unirse a la Gran Hueste Tormentosa, salvando así a su pueblo de la ira de estos depredadores sobrenaturales. Al pasar los años, Danau murió, y, según cuentan las leyendas, se convirtió en un uati, aves sagradas que rigen los devenires de la tribu. Muchos de los alunos se separaron entonces del grupo principal, formando pequeñas hordas que vagan por las llanuras a lomos de sus fieles caballos.
En los siguientes siglos se fundarían los grandes puntos comerciales que perduran hasta el día de hoy. Entre ellos destacan El Cruce, Antares y Puerto Estrella. El Cruce se alzó sobre el hormiguero de Ikrii, construido por la antigua reina Aniili para favorecer el comercio con las demás razas de Sananda.
Antares, por su parte, se encuadró dentro de los pactos de los elfos Banjora con sus aliados fórmigos y centauros para estrechar lazos y servir de puesto avanzado contra cualquier peligro que pudiera llegar a Vindusan desde el sur. La cosmopolita ciudad marítima de Puerto Estrella fue fundada por los zabarios más de doscientos años después, convirtiéndose pronto en la mayor urbe de Sananda y en su principal contacto con el mundo exterior.
De esta última, de Puerto Estrella, fue de donde partió el Ala Esmeralda, un grupo de mercenarios tristemente conocido por comenzar el incidente de Bosquespino. Estas espadas de alquiler se adentraron en las profundidades bajo la Torre de Fulgor de Sananda, guiadas por un artefacto de los Peregrinos que habían recibido como pago en una de sus misiones. Pensando que podrían hacerse con una buena cantidad de xion, desencadenaron algún proceso mágico que despertó uno de los mayores peligros de la región. Las energías negativas de la torre corrompieron la vegetación, que creció a su alrededor y dio lugar a Bosquespino. Así, las plantas y animales enfermaron y cambiaron, ganando el poder de pasar su mal a otras criaturas. Los soldados de Puerto Estrella y los centauros lo descubrieron más tarde, cuando a duras penas consiguieron acabar con el primer brote espinado que se cernió sobre la ciudad. Sin embargo, dada la distancia a la que se encuentra Bosquespino de las urbes, no sería hasta casi setenta años después que se averiguaría la procedencia de estas criaturas.
Por otro lado, las distintas ciudades del centro oeste de Sananda averiguaron por fin de dónde provenían los brotes espinados y, debido al peligro que corrían, financiaron la creación de un cuerpo de guardabosques que se encargaría de destruir la vegetación de Bosquespino. Sin embargo, les fue imposible realizar esta tarea, por lo que las labores de destrucción fueron sustituidas por las de contención y prevención. Fue así como se creó la Orden de Bosquespino, que continúa siendo la encargada de salvaguardar Sananda de los peligros provenientes de la corrupta Torre de Fulgor.
La proliferación de nuevas ciudades conllevó que los pocos cíclopes restantes fueran expulsados de sus antiguos hogares, cuando no directamente eliminados. Desde siempre, las demás razas de esclavos consideraban a los cíclopes como estúpidas y malvadas criaturas, por lo que, al verse libres del yugo de los Peregrinos, no es de extrañar que se enfrentasen a ellos nada más verlos. En Sananda, los cíclopes supervivientes marcharon a las Quebradas, donde su lentitud y tamaño no jugaban tanto en su contra como en el terreno abierto de las llanuras. Allí lucharon contra los trasgos y osgos que las habitaban hasta conseguir someterlos a sus órdenes.
Mientras todo esto ocurría, en una de las hordas de los alunos nació Adanna, descendiente de Danau. Al llegar el momento se convertiría en lukar de su horda, con la que recorrería la Llanura Interminable durante muchos años. Sin embargo, el destino les tenía preparados otros planes. Una noche de luna llena, durante una cacería, un uati solitario derribó a la lukar de su caballo para luego posarse en su lomo. El ave la miró fijamente a los ojos. Pasados unos minutos, retomó el vuelo, pero permaneció a la vista, como esperándola. Viendo una señal divina en aquello, Adanna siguió al ave. Varios días después llegaron a las orillas del Xenir, donde el uati, de nuevo mirándola a los ojos, se tumbó para morir. La lukar interpretó este suceso como el fin de los días de cabalgar por las llanuras, y allí donde el uati murió se levantó la ciudad de Luania.
En el 4648 llegaron a Sananda los antiguos esclavos de Hirior conocidos como los nirienses, y se asentaron en Luania gracias al matrimonio de Lograss, nieto de Adanna, y Tertia la de los Ojos Ardientes. Desde entonces la ciudad no paró de crecer, convirtiéndose en una de las mayores urbes de la región y parte de la línea defensiva del sur, guardando a Sananda de los saurios junto a los fórmigos de Aluiia. Estos últimos, queriendo consolidar la línea defensiva, intentarían construir en 4671 un puesto avanzado en los desfiladeros de Muluc-Xul, pero fueron masacrados por los Ix-Ahau, un clan exiliado de saurios que se asentó en las Rocas Ululantes y que aún permanece allí.
Tras la primera unificación llevada a cabo por Magzir Piel de Hierro en el 4664, los cíclopes de las Quebradas del Ojo se consolidaron bajo el mando de los hermanos Agranthar y Mauriel. La llamada Legión de la Rueda Dentada comenzó a armarse como una suerte de clan único dedicado a Dekaeler, creando un verdadero ejército que amenaza con conquistar a los demás habitantes de Sananda. Y, como pocos han entrado en las Quebradas del Ojo y, sobre todo, ninguno ha salido, el peligro persiste oculto para los pueblos libres de esta región de Voldor.
Actualidad (4673)
Sananda es, en su mayor parte, una de las regiones más pacíficas de Voldor gracias a los esfuerzos de los fórmigos, los centauros y los alunos. Sin embargo, eso no quita que puedan encontrarse grandes peligros en ella, y cada vez parecen más cercanas y evidentes las amenazas de los saurios de Muluc-Xul y la Legión de la Rueda Dentada.
Los centauros, de costumbres conservadoras, apenas han cambiado desde la marcha de los Peregrinos, y siguen recorriendo las llanuras en clanes. Dos veces al año se reúnen en Oredanes, donde los rumores de guerra y otros males se extienden poco a poco, radicalizando las posturas de algunos de sus miembros, siendo los más destacables los centauros del clan Umar.
Actualmente es Seomán el Halcón quien dirige a los alunos. Se trata de uno de los guerreros más grandes que han cabalgado jamás por las llanuras de Sananda y algunos lo ponen al mismo nivel que al propio Danau. La Domadora de Tormentas, Hisha, es su mano derecha y la persona que más cerca está de retarlo.
Sistra Longínea, de los luanos, es la actual lukar de Luania, una de las principales ciudades en la línea de defensa frente a los saurios y la Legión de la Rueda Dentada, y donde la Orden de Bosquespino tiene su sede, además de ser uno de los principales puntos de comercio de la región, donde se dan cita aventureros y cazadores de tesoros.
En Puerto Estrella, la ciudad más grande de Sananda, gobierna Santonius en nombre del Reino de Zabáriax. Es la principal entrada a la región y, por tanto, vive del comercio con el exterior, combatiendo ferozmente el contrabando.
En Mediopaso, los medianos siguen empeñados en explorar los anegados túneles con la ayuda de la maquinaria de los duérgar de Hirior, añadiendo más tensión a la cada vez más frágil relación con sus aliados en las llanuras.
Las ciudades fórmigas se alejan cada vez más unas de otras, pues, a pesar de su meta común, siguen promoviendo sus propios intereses. A los oídos de Meilanii, la reina del hormiguero de Ikrii, han llegado rumores de un pacto entre Biixemein y Melionii para dejar pasar a una hueste de saurios por los corredores que han estado construyendo. Este rumor no sería creíble si no fuera por los informes de algunos iixarkas y por las noticias de una horda aluna masacrada cerca de los Montes Urulus. La guerra resuena todavía en el norte, en los Baldíos de Shabana, y sus ecos retumban con la amenaza de llegar hasta la Llanura Interminable.