El mayor depósito de conocimiento tradicional y escritos en todas las Grandes colinas (aunque al Imperio Élfico no le gusta que nadie se lo recuerde), situado en el reino de Deltfort, bajo la protección de su capital, Elturel. Antaño fue el hogar del gran profeta Alaundo el Vidente y entre sus muros se escribieron las profecías de este personaje. Se dice que sus archivos contienen el suficiente saber escondido para dar un poder incomparable a cualquier persona con la habilidad de descubrirlo y absorberlo.

Con ese fin, la enorme biblioteca de la Fortaleza de Candelero es una especie de defensa por y para sí misma. Por cada pedacito de sabiduría con potencial para ofrecer un gran poder que alberga, hay miles de recetas intrascendentes, canciones viejas, retazos de historia, diarios de personas muertas hace mucho e innumerables fragmentos escritos sin importancia duradera para nadie que no sean los monjes del lugar y los sabios que vienen en busca de estas nimiedades.

Por supuesto, para sondear esta cámara del tesoro, se debe conseguir entrar a su interior consagrado. Los eruditos ermitaños de Candelero, llamados los Juramentados, hacen guardia en este espacio y trabajan sin descanso para asegurar la protección y preservación de la biblioteca. Aunque son por lo general amistosos, desde la traición que hizo que cayera la Escuela de Cobalto, organismo del que hasta hace unos años formaban parte, también sospechan de todos los visitantes de la biblioteca.

Todos los monjes de Candelero son eruditos enclaustrados. La mayoría carece de poder mágico, por así decirlo, aunque muchos de ellos tienen formación sobre ese tipo de asuntos. Con todo, unos cuantos destacan por ser lanzadores de conjuros: o bien divinos adoradores de dioses que representan la búsqueda de conocimiento o bien estudiosos arcanistas. Se sabe que incluso ha habido monjes guerreros y paladines entre los Juramentados, aunque nunca muchos a la vez.

Los Juramentados son sirvientes jurados de la fortaleza y todos han pasado por pruebas rigurosas para deshacerse de cualquier engaño antes de que se les permitiera hacer el juramento de la orden. La prioridad principal de los monjes es defender el conocimiento de la biblioteca contra quienes querrían robarlo o destruirlo, pero también contra los fenómenos naturales que harían lo mismo, como el moho, la humedad y la putrefacción.