Los trolls, nacidos con un apetito horrible, devoran todo lo que pueden capturar. No existe una sociedad troll como tal, pero sirven como mercenarios a orcos, ogros, sagas y gigantes. Como pago, exigen comida y tesoros. Son difíciles de controlar, sin embargo, y hacen lo que les viene en gana incluso trabajando con criaturas más poderosas.
Destrozar los huesos de los trolls y rasgar su piel gomosa solo les enfada. Sus heridas se cierran rápido. Si pierden un brazo, una pierna o su cabeza, dichas partes pueden a veces actuar con vida propia. Un troll es capaz incluso volver a juntar sus miembros seccionados, poco preocupado por su discapacidad temporal. Tan solo el ácido y el fuego pueden detener las propiedades regenerativas de la carne de los trolls. Furiosos, atacarán a aquel individuo que les combata con ácido o fuego antes que a otra criatura.
Sus capacidades regenerativas convierten a los trolls en criaturas susceptibles a la mutación. Aunque son poco comunes, dichas transformaciones surgen de lo que se haga a un troll o lo que este se provoque a sí mismo. A un troll decapitado le podrían salir dos cabezas de su cuello, mientras que un troll que se coma a una criatura feérica podría adquirir uno o más de sus atributos.