Tras la infructuosa segunda batalla con Haruman, Edmund se sentía frustrado e impotente. Al término del enfrentamiento, titubeó debido al trágico pasado del narzugon, brindándole la oportunidad de escapar. Sus últimas palabras resonaban en su mente: "La gente de Elturel sufrirá", y no podía apartarlas de sus pensamientos. ¿Cuánta más gente inocente sufriría antes de que pudieran detenerlo?
Gideon, Respen, Hojagrada y Feonor, Valeria Puertas. El hechicero no podía evitar tener la sensación de que siempre llegaban tarde. Esa noche, intentó conciliar el sueño en Fuerte Nudillo, pero su conciencia estaba más agitada que nunca. En un lugar como Averno, ¿cómo diferenciar cuándo actuar con despiadada determinación y cuándo dar espacio a la piedad? Un malentendido con criaturas como Haruman podía acarrear consecuencias devastadoras para el mundo.
De repente, otro recuerdo asaltó su mente, acompañado de unas palabras. El modron prisionero de Fhet'Ahla, mutilado e inmovilizado, respondía mentalmente a Edmund: "No esperábamos menos de ti, Antaris".
El hechicero tomó una decisión. Al alba, se apartó del resto de su grupo y, utilizando el casco de la primera archiduquesa, se teletransportó al Emporio Errante. Necesitaba saber que podía salvar a alguien. Una vez allí, decidió contactar con Z’neth y Burney para recopilar información sobre el amnizu y su tienda. Un enfrentamiento frontal, tanto físico como mental, sería un suicidio, ya que esos diablos poseían gran resistencia, habilidades y un ego desmedido.
El domador de bestias agradeció la información sobre Ruth, su bosque, y la certeza de que ya no sería una fuente de ingresos. A cambio, compartió con Edmund que la relación entre el diablo y Mahadi era estrecha, ambos siendo fieles seguidores de Asmodeo y trabajando por los mismos intereses. Buscar la complicidad del dueño del emporio no sería una opción.
Con Burney fue más directo, sabiendo del compromiso de la seguidora de Bahamut con la justicia. Le habló del modron y de la tortura a la que estaba siendo sometido. Aunque a la clériga le hubiera gustado ayudar, por contrato no podía ir contra los intereses de Mahadi, por lo que solo pudo compartir cierta información. La tienda de Fhet’Ahla era, sin lugar a dudas, un espacio extradimensional que desconvocaba cuando él estaba ausente, haciendo imposible una infiltración discreta.
Parecía una tarea imposible, ya que el más mínimo tropiezo podía desembocar en un combate en el que tenía todas las de perder. Sin embargo, el ego y el gran poder del diablo eran también su punto débil. ¿Quién intentaría robar a alguien así en su propio plano de bolsillo delante de sus narices? No había implementado defensas mágicas, y los grilletes del modrón eran cadenas comunes, nada insuperable para las habilidades de Edmund.
El hombre sin tiempo se presentó frente a Fhet’Ahla, expresando gratitud por la información sobre Algoran e interesado en los progresos de su investigación sobre el autómata. A cambio, Edmund compartió con él algunos detalles superficiales de su encuentro con el pentadrón. El constante flujo de diablillos mensajeros entrando y saliendo de la tienda resultaba molesto, ya que significaba que más ojos podrían presenciar la escena y complicar la situación.
En mitad de su conversación entendió que para superar a los diablos debía emplear sus propias artimañas, todo lo que había aprendido durante su tiempo en Averno. Así que, sutilmente, expandió su conciencia y dominó la mente de un diablillo mensajero, haciéndolo actuar de manera caótica y molesta, abriendo las cortinas restantes de la tienda, derribando libros y, en definitiva, distrayendo a Fhet’Ahla.
Mientras el amnizu intentaba detener a su descontrolado lacayo, Edmund teletransportó mágicamente al modrón desde su prisión hasta la puerta de la tienda, cerró la cortina como si nada y se marchó con él, tratando de ocultarlo mientras decía: "Bueno, parece que tienes mucho lío, ya vuelvo otro día".
En pocos segundos las aguas se calmaron para el diablo del estigio, siendo consciente de la desaparición de su prisionero inmediatamente. Pero para entonces, este y su salvador ya estaban de vuelta en Fuerte Nudillo.