Pocas criaturas que se hayan encontrado con un gorgon han sobrevivido para contarlo. Su cuerpo está cubierto de placas de hierro y sus fosas nasales exhalan un vapor verde.

Las placas de un gorgon pueden tener colores desde el negro metalizado hasta el plata brillante, pero en ningún caso esta armadura natural ralentiza su movimiento o su capacidad para desplazarse. Sus propios aceites corporales lubrican la armadura. Un gorgon inactivo o enfermo se oxida como si sufriera una infección de hongos o sarna. Cuando un gorgon oxidado se mueve, las placas rechinan al rozarse entre ellas.

Cuando captan una posible presa, cargan contra ella provocando un clamor terrible debido al choque de sus placas. Al golpear, pulverizan a su enemigo y lo derriban, para después pisarlo hasta la muerte con sus crueles pezuñas. Si se enfrentan a varios enemigos, emiten un vapor letal que provoca que las criaturas que lo toquen se conviertan en piedra. Se alimentan de estas presas convertidas en piedra cuando tienen hambre, destrozándolas hasta convertirlas en arenisca que luego muelen en la boca hasta transformarla en el polvo del que se alimentan. La red zigzagueante de caminos pisoteados y árboles astillados que rodean su hogar está adornada con los restos sin comer de sus enemigos hechos añicos.