Los paladines están unidos por sus juramentos, que les llevan a enfrentarse a las fuerzas de la aniquilación y la corrupción. Ya sea ante el altar de un Deidad, en un claro sagrado frente a espíritus de la naturaleza o en un momento de desesperación y pesar, con los difuntos como únicos testigos, el juramento de un paladín es un vínculo muy poderoso. Se trata de una fuente de poder que transforma a un combatiente devoto en un campeón bendito.
Los paladines entrenan para adquirir sus habilidades de combate y llegan a dominar muchas armas y armaduras. A pesar de ello, sus habilidades marciales palidecen en comparación con el poder mágico que poseen; un poder que les permite curar a los heridos, castigar a sus enemigos y proteger a los inocentes y a los que se unen a ellos para luchar.
Casi por definición, la vida de un paladín es una vida de aventuras, ya que todos ellos se encuentran en primera línea del conflicto cósmico contra la aniquilación. Los guerreros son personas poco frecuentes, incluso entre las filas de los ejércitos del mundo, pero los que siguen el camino del paladín son aún menos numerosos. Cuando sienten la llamada, estos individuos benditos abandonan sus ocupaciones anteriores y se equipan con sus armas y magia.