Hay pocos lugares más inhóspitos que los Nueve Infiernos, pero los habitantes de otros planos encuentran aquí su hogar. No sólo los malvados cuya filosofía se alinea con los diablos, sino simples criaturas cuya resistencia y apetito les permiten sobrevivir en los reinos infernales. A menudo esto significa monstruos enormes lo bastante fuertes como para luchar contra los habitantes nativos, pero algunos intrusos plantean un tipo diferente de problema a los diablos. Los halogs parecen pequeños y débiles en comparación con casi todo lo que hay en los Nueve Infiernos, pero se están convirtiendo en una grave molestia en todos los planos inferiores.
Los halogs tienen el tamaño de un perro y un aspecto intermedio entre el de una rata y el de un perro. Individualmente son poco agraciados, a menudo con quemaduras, pústulas purulentas, cicatrices y otras marcas de un entorno duro que nunca parece poder matarlos del todo. Se reproducen con una rapidez formidable. Las parejas de halogs crían camadas de veinte ejemplares que pueden madurar en un puñado de días si tienen suficiente comida a mano. Y los halog comen de todo. Sus jugos digestivos alteran su composición para permitirles devorar carne infernal con la misma facilidad que la de las criaturas mortales, junto con cualquier tipo de materia vegetal e incluso minerales. Sólo las regiones que no son más que roca estéril y polvo no les ofrecen nada.
Individualmente, los halogs son débiles, pero como especie son temiblemente resistentes. Los halogs rara vez prosperan en regiones que no requieran su adaptabilidad única, debido a la mayor competencia de otras criaturas. Las condiciones hostiles de los planos inferiores hacen que carezcan de alimañas y depredadores habituales, lo que les deja su nicho. El secreto del éxito de los halogs es que cuanto más duro es su entorno, más prosperan. Ya sea calor, frío, ácido, veneno o incluso energía necrótica pura, si no les mata de inmediato, se adaptan rápidamente para alimentarse de ella. Las alimañas poseen, además, un poderoso mecanismo de defensa. Su saliva y su sangre se adaptan rápidamente en respuesta a las vulnerabilidades de sus enemigos, de modo que sus mordeduras infligen el peor daño, y todo lo que intenta comer su carne sufre por ello.