Los carroñeros reptantes escarban la pútrida carne de los cadáveres para engullir los huesos que pudieran quedar. Atacan con furia a cualquier criatura que invada su territorio o perturbe su festín.

El olfato de estas criaturas las guía hacia nuevos cadáveres, pero tratan de evitar competir con otros carroñeros. Por ello, habitan en lugares donde los muertos abundan y donde otros carroñeros no puedan acceder con facilidad. Sus espacios favoritos incluyen cuevas, alcantarillas, mazmorras y pantanos boscosos. También se sienten atraídos por campos de batalla y cementerios. Un carroñero reptante siempre está cazando, sondeando con sus tentáculos en busca del aroma de la sangre o de signos de podredumbre, y se mueve con rapidez por los techos de túneles y ruinas para evitar el contacto con otros habitantes peligrosos de la oscuridad y sorprender a sus posibles presas.

En la oscuridad más profunda, la luz puede indicar una posible comida. Estas criaturas son capaces de acechar durante horas a la fuente de esa luz, esperando detectar el rastro de sangre. A pesar de su tamaño considerable, son expertos en tender emboscadas, aguardando detrás de una esquina a que su víctima se acerque.

A la hora de atacar, los carroñeros reptantes confían en su veneno paralizante. Una vez su presa queda inmovilizada, la criatura la envuelve con sus tentáculos y la arrastra hasta una repisa elevada o un pasaje aislado donde pueda matarla sin interrupciones. Después, regresa a patrullar su territorio mientras espera a que la presa esté lista para ser devorada.