Independientemente de su origen o misión, los paladines están unidos por su juramento, que les lleva a enfrentarse a las fuerzas del mal. Ya lo hayan pronunciado ante el altar de un dios y con un sacerdote como testigo, en un claro sagrado frente a espíritus de la naturaleza y seres feéricos o en un momento de desesperación y pena con los difuntos como únicos testigos, el juramento de un paladín es un vínculo muy poderoso. Es la fuente del poder que transforma a un combatiente devoto en un campeón bendito.

Un paladín jura defender la justicia y la virtud, ponerse del lado de los seres bondadosos de este mundo para luchar contra la creciente oscuridad y dar caza alas fuerzas del mal allá donde moren. Diferentes paladines persiguen la virtud de varias formas distintas, pero todos ellos están atados por el juramento que les concede su poder y les impele a llevar a cabo su tarea sagrada. Aunque muchos son devotos de los dioses del bien,el poder de un paladín proviene tanto de su compromiso con la justicia como de la deidad a la que venera.

Los paladines entrenan durante años para adquirir sus habilidades de combate, llegando a dominar una amplia variedad de armas y armaduras. A pesar de ello, sus capacidades marciales palidecen en comparación con el poder mágico que también empuñan; un poder que les permite curar a los enfermos y los heridos, castigar a los malvados y los muertos vivientes y proteger a los inocentes y los que se unen a ellos para luchar por la justicia.

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