La
religiosidad miriense bebe tanto de sus espirituales raíces élficas
como de las más supersticiosas creencias humanas. Está marcada
también por su duro entorno y, durante el último siglo, por la
guerra que azota el Bosque de Ámbar. Tiene como fin asegurar la
supervivencia de su cultura, logrando, mediante la adoración, el
apoyo de sus dioses. Mantener a los dioses satisfechos y de su lado
garantiza, según estas creencias, la prosperidad de Mirianis, de sus
gentes y la victoria ante sus enemigos. Por ello, la religión es
considerada un asunto de estado, aunque el largo estancamiento de la
guerra ha erosionado la fe de muchos mirienses en su religión
tradicional, facilitando la penetración de otros cultos y
filosofías.
Al
igual que sus parientes vindusinos, los mirienses ponen en el centro
de su religiosidad a Elethae. Es la luz que les dirige en los
momentos oscuros y su magia les permite prevalecer cuando lo
imposible es la única solución. La religión miriense ve a Elethae
detrás de cada pequeño suceso afortunado, como un nacimiento que
sale adelante sin percance o un viaje que termina con
la vuelta al hogar. Las desgracias no ocurren porque Elethae castigue
a los mortales, sino porque estos no llaman su atención o provocan
la ira de otras deidades menos benévolas. Así mismo, esta deidad es
la protectora de las almas de los muertos, que conduce a los difuntos
de vuelta al gran ciclo de resurrecciones que ordena el universo.
Además, aleja a los espíritus malignos y corruptos de esta,
empujándolos al Vacío para que no contaminen Voldor con su
presencia de nuevo. Los semielfos elevan súplicas al dios todas las
noches, pidiendo que su luz les llegue incluso en las horas más
oscuras, y realizan ofrendas de vino, miel o pan dulce en pequeños
braseros antes de embarcarse en algún proyecto de importancia. La
iconodulia miriense está basada en la luz vibrante y siempre en
movimiento de los braseros y las velas, ya que representar a Elethae
con rasgos antropomórficos estáticos es poco menos que anatema para
la sensibilidad religiosa miriense.
Arastu
es la protectora de la civilización miriense, quien inspiró la
construcción de grandes fortalezas y la promulgación de las leyes,
tradiciones y alianzas que han asegurado su supervivencia a lo largo
de los siglos. Es tenida en alta estima, ya que su carácter severo y
estricto se complementa con la caótica personalidad de Elethae,
siendo representada como una sabia. En una mano porta un largo
pergamino, en la otra un candil donde arde una llama. Esto representa
su inventiva divina, siempre al servicio de la civilización
miriense, alimentada por la luz de Elethae. Es Arastu quien preside
los juicios, que siempre son realizados por sacerdotes dedicados a
ella, y en las causas de mayor gravedad se teatraliza la lectura de
la sentencia por su parte. También está presente en los pórticos
de las universidades y bibliotecas de Mirianis, donde los sabios
discuten y comparten opiniones a viva voz en un intercambio de
pareceres que sirve de ofrenda a la diosa.
Los
centros de religiosidad de Mirianis son los Grandes Templos,
dedicados oficialmente a Elethae si bien es tradición que Arastu
esté presente. El primero es adorado como una potencia vital y
descontrolada, así como una magia benévola que debe ser templada
por la serenidad y sabiduría de su hermana Arastu. La sociedad
miriense es inventiva y vibrante gracias a la bendición de Eletheae,
pero siempre regida por las justas normas de Arastu, y eso queda
reflejado en su culto, así como en los edificios sagrados. Todas las
poblaciones de la nación cuentan con uno de estos santuarios,
construidos siempre a imitación de la planta del Gran Templo de
Amardris. Están compuestos por tres enormes naves sostenidas por
altas columnas, siendo la central la más grande pues en su centro se
encuentra una gran llama que evoca a Elethae. Son edificios muy
espaciosos, pues las comunidades deben poder reunirse en ellas para
celebrar bodas y otros rituales comunales. La techumbre de madera
cubierta con brea cuenta con amplias vidrieras policromadas así como
la parte superior de los muros, otorgando una enorme luminosidad al
conjunto. El mantenimiento de estos edificios corre a cargo de la
comunidad, cuyos miembros están obligados a dedicar veinte días al
año a la limpieza, reparación y vigilancia del santuario bajo pena
de fuertes multas. Cada anochecer, los sacerdotes mirienses dirigen
un ritual ante la comunidad donde se realizan libaciones, sacrificios
y súplicas para demandar fortuna y protección.
Todas
las ceremonias están atendidas por, al menos, una docena de
sacerdotes escogidos por el gobierno de la ciudad, los cuales se han
formado en el Gran Templo de Quelizantor y que, normalmente, son
guerreros, paladines o clérigos. Aunque tradicionalmente el sumo
sacerdote de la religión de Mirianis y
su entorno, conocido como el Coro de la Luz, se encontraba en
Amardris
las cosas han cambiado. Desde hace medio siglo, la nueva capital ha
tomado la formación de los sacerdotes oficiales, introduciendo en la
religiosidad miriense nuevos elementos que buscan reforzar la
autoridad del Saenadan e Ivor Nictroi.
Así
mismo, se ha obligado al Coro de la Luz y al sumo sacerdote Sokolan
Ankaru a plegarse ante la voluntad de los nuevos dirigentes. Los
religiosos son investidos como funcionarios al servicio de la nación,
estando obligados a jurar lealtad a los gobernantes de la misma. Se
forma a estos sacerdotes en la necesidad de mantener alta la lealtad
y moral de la población ante los rigores de la guerra, así como de
vigilar conductas disidentes.
Las
prédicas que cada anochecer se pronuncian son escritas en
Quelizantor por los religiosos de mayor confianza del Saenadan y
enviadas mensualmente a cada Gran Templo miriense. Todas ellas son
reflexiones sobre el papel de Elethae y Eurana en el día a día de
los mortales, en como su adoración asegurará la victoria final de
Mirianis así como intimidatorias condenas de prácticas consideradas
desleales; como el contrabando, socavar la autoridad del Saenadan o
rehuir del servicio militar. Se anima a convertir las procesiones en
demostraciones de adhesión al país y sus tropas, y en algunos ritos
menores la figura de Eurana se sincretiza con Ivor Nictroi.
Por
último, los clérigos deben informar de cualquier desviación o
anormalidad en la vida de sus fieles, so pena de dejar de recibir
sustento y la siempre constante amenaza de ser juzgado por conspirar
contra la nación. Esto ha provocado no pocas tensiones dentro del
culto miriense, especialmente desde que el Gran Templo de Quelizantor
empezara a introducir en sus adoraciones pequeñas pero
significativas menciones a la diosa Praxis, como garante de la
seguridad del país. Esto se ha debido a la existencia de las
llamadas Logias de Acero y su influencia cada vez mayor en la
sociedad miriense.
Las
Logias de Acero. Son
fraternidades religiosas nacidas en las fortalezas fronterizas donde
los guerreros estrechan lazos entre ellos y buscan reconfortarse ante
los horrores de la guerra en torno a la adoración de Praxis, a quien
se nombra con distintos pseudónimos como: la Vieja Guerra, la Espada
que no se Mella o la Destructora de Enemigos. Praxis no es propia de
la religiosidad miriense, y ha sido traída por los mercenarios
originarios del este de Voldor que acuden a Mirianis para luchar en
la guerra.
Los
miembros de las Logias de Acero practican distintos rituales, como
compartir vino sacralizado con sangre, duelos a primera sangre,
ofrendar al fuego trofeos tomados de enemigos caídos, luchas con
captivos y ordalías de fuerza para reforzar su camaradería y
purgarse de los descreídos. Buscan venerar a la diosa Praxis
imitándola, convirtiéndose en avatares mortales que lleven la
guerra a los enemigos de la Paz y el Orden. No es de extrañar que
entre sus filas abunden los paladines que han alcanzado la
iluminación gracias a los duros rituales de las Logias de Acero.
Cada una de estas logias tiene una organización diferente, pero en
todas ellas hay en su seno clérigos de la estricta diosa de la
guerra que predican su palabra. Las Logias de Acero son instituciones
un tanto secretas, pero no clandestinas, que se han expandido por
Mirianis según los soldados acaban su servicio militar y vuelven a
casa. Viendo en ellas una poderosa herramienta para reforzar la
nación, el Saenadan ha instado a los sacerdotes la labor de ir
incorporando a Praxis en la doctrina religiosa miriense y así poder
asimilar a las Logias de Acero.
Por
desgracia, desconocen que algunas de las logias más importantes en
realidad adoran a Dekaeler y son sufragadas por la Hegemonía de
Hierro. Esta organización extranjera ha visto en
la guerra que libra Mirianis la oportunidad de extender el poder de
su Rey de Reyes.
Los
ritos salvajes de Ankesun. Algunos
mirienses participan activamente en la religión oficial de su gente,
adorando de forma ferviente a Elethae y Arastu y, al mismo tiempo,
trabajan afanosamente para penetrar en los misterios de Ankesun, «el
espíritu primigenio», un avatar de la Madre Abundante adorado en
tiempos antiguos por pueblos ya olvidados. Este culto mistérico es
muy antiguo, existiendo otrora entre los elfos antes de ser
exterminado por orden de Falesín, pero sobreviviendo gracias a la
traición de los Banjora, y sus sacerdotes viven ocultos del resto de
la sociedad, velando por sus «tesoros ancestrales». Está dedicado
a la naturaleza y la vida salvaje, buscando poner el alma del
creyente en comunión con una fuerza superior y renovar sus fuerzas
con el poder del Ankesun. Los adoradores son invitados por los
Sacerdotes del Misterio a los templos excavados en roca a las afueras
de las ciudades para asistir distintas celebraciones, usualmente
antes de las Calibraciones, como cacerías nocturnas, banquetes
orgiásticos y sesiones de meditación. En estas, se consumen
alimentos sagrados elaborados con cebada parasitada por extraños
hongos sagrados guardados en antiquísimas urnas, que producen
potentes alucinaciones. Según el iniciado va avanzando en su
comprensión del Ankensun, es invitado a asistir a rituales cada vez
más importantes y peligrosos hasta que alcanza la revelación final
que transforma su alma para siempre. Los fieles en los ritos salvajes
de Ankesun aseguran poder controlar la reencarnación de su alma, ver
un futuro hermoso y vital en sus visiones alimentadas por los hongos
así como dominar extraños poderes divinos.
La
Senda Estelar. Cercion
y Acear eran adorados por algunos de los grupos humanos con los que
los elfos se mestizaron hace ya tantos siglos, así como por los
elfos vindusinos, bajo el nombre de Eltahor y Anaeze. Este culto ha
pervivido bajo distintas formas, siendo la más destacable la Senda
Estelar. Los seguidores de esta fe, normalmente magos y monjes,
aseguran que los movimientos de las lunas de Voldor esconden las
verdaderas leyes del universo, codificadas en forma de matemáticas
sagradas.
Este
conocimiento divino permite adentrarse en una mayor comprensión de
la magia, de la vida y los componentes básicos del universo (el
éter, el agua, la tierra, la magia, el fuego, el aire y el vacío).
Los adscritos a la Senda Estelar saben que aún están en una fase
muy inicial de sus investigaciones, y que necesitarán siglos de
estudio, ensayos y observaciones para realmente poder obtener una
comprensión total de la realidad. Los escasos seguidores de la Senda
Estelar aseguran que Elethae, Arastu y el resto de dioses de Voldor
no son más que pequeñas fracciones autoconscientes de un todo que
engañan a los necios para que los adoren. Así mismo, niegan al
Peregrino, pues su presunción de ser el Principio Rector del
universo no viene respaldada por demostración matemática alguna.